«El Giro» es como un hijo que nace deforme y tullido, desfigurado y torcido, contrahecho, anormal y amorfo, pero que aún en su desagradable imperfección mantiene un cierto magnetismo y encanto, una especie de hechizo, un embrujo, un no-se-qué y un qué-sé-yo; y por qué no, una peculiar hermosura propia quizás sólo visible por quienes saben romper con los estereotipos; o al menos, así lo siente el que escribe.
Al fin y al cabo es hijo mío, ¿y qué padre hablaría mal de su propio hijo?
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Mi único objetivo: cuestionar la ortodoxia, alumbrar aun tenuemente sobre los caminos silenciados, decir sin más complejos que la verdad que nos rodea no por ser incuestionada conforma una verdad absoluta; y aclarar que no por cuestionarla pretenda yo ser portavoz clarividente; sino simplemente intérprete.
Qué, ¿te vienes a girar?