Fue a finales de siglo XIX cuando Joseph Pulitzer, del «New York World», (sí, el mismo «Pulitzer» de los premios) y William Randolph Hearst, del «New York Journal», (la figura que inspiró el film «Ciudadano Kane») comenzaron a interceder en favor de una intervención norteamericana en Cuba. Hearst había llegado a enviar un fotógrafo a Cuba, a fin de fotografiar «la próxima guerra con España». Se dice que cuando aquel fotógrafo preguntó a Hearst «qué guerra era aquella», éste le contestó: «usted tráigame las fotografías, que yo haré la guerra».
Por aquel entonces, Estados Unidos era el primer socio comercial de una Cuba que aún era colonia española. Sin embargo, la posibilidad de perder sus elevadas inversiones en la isla (a causa de un boicot azucarero motivado por las crecientes tensiones sociales y políticas con España), así como el incremento en la competencia por la hegemonía del Mar Caribe que ejercían por aquellos tiempos países como Inglaterra, Alemania y Francia, estaban haciendo peligrar los objetivos geoestratégicos norteamericanos en la zona.
El entonces presidente estadounidense, William MacKinley, envió el buque acorazado «Maine» a Cuba. Motivos oficiales: «para proteger a sus conciudadanos». El buque llegó a la isla el 25 de enero, y explotó en el puerto de la Habana casi un mes después, el 15 de febrero, ocasionando la muerte a 226 de los 355 tripulantes. Casualmente, todos los mandos oficiales -excepto dos- se encontraban fuera del buque en el momento de la explosión.
Inmediatamente, y sin tener prueba ninguna, los principales medios estadounidenses comenzaron a bombardear a la opinión pública con una campaña en la que se acusaba a España de estar detrás de dicho atentado. Mientras tanto, la oligarquía del país maniobraba para provocar la intervención de Washington en el paralelo conflicto cubano-español.
EE. UU. acabó acusando oficialmente a España del hundimiento del Maine, y declaró un ultimátum en el que se exigía su retirada inmediata de la isla. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del acorazado, y se negó a plegarse ante el ultimátum. Comenzaba así la Guerra hispano-estadounidense, que posteriormente se extendería a otras colonias españolas como Puerto Rico, Filipinas y Guam.
El resultado: tras cuatro meses de batalla, Estados Unidos arrebató a España todas sus colonias en las Antillas, así como la administración de su nueva colonia cubana.
Años más tarde se comprobó que la explosión del Maine había ocurrido en el interior del propio barco. Paralelamente, el gobierno de los Estados Unidos se negó a realizar cualquier investigación imparcial, toda vez que fue precisamente aquel atentado lo que le abrió las puertas a su prolongada intervención posterior en América Latina y el Caribe.
Algunos de los documentos desclasificados por el gobierno de EE. UU. sobre la Operación Mangosta (proyecto para la invasión de Cuba posterior al fracaso de Bahía de Cochinos) avalan la polémica hipótesis de que la explosión fue causada en realidad por el propio gobierno de EE. UU., a objeto de tener un pretexto para declarar la guerra a España.
Aunque el gobierno español negó desde un principio su relación con la explosión del acorazado Maine, la poderosa campaña mediática desplegada desde los periódicos de William Randolph Hearst (hoy día el «Grupo Hearst», uno de los principales imperios mediáticos del mundo) convenció a la mayoría de los estadounidenses (incluso a gran parte de los europeos) de la culpabilidad de España, obteniendo así el apoyo de una población mayoritariamente antibelicista para justificar una intervención de guerra en la zona.
«Marineros del Maine, asesinados por España»
Este dibujo fue publicado por uno de esos periódicos. Destaca la agresividad y el racismo de su propaganda, siendo representados los españoles como una suerte de sub-humanos, más simios que hombres, que deseaban el mal y la destrucción del «mundo libre» casi por su misma naturaleza instintiva monstruosa. A todos los efectos, eran como los «villanos» de las actuales películas de «Superhéroes» (¿utilizadas quizás para facilitar y perfeccionar la percepción ciudadana con respecto a la malevola condición de quien sea tachado como villano por parte de los gobiernos occidentales?).
Esa fue una de las primeras veces en las que la prensa actuó como una auténtica arma de guerra.
Y la última, puede haber sido hoy mismo…
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Fuentes consultadas:
https://navegandoenelrecuerdo.blogspot.com.es/2014/06/el-hundimiento-del-maine-un-caso-de.html
Fuentes de las imagenes: