“Puto Stephen King”, se dice Miliki en voz baja.
Miliki acababa de llegar a casa, soltó las llaves en cualquier lado, colgó el abrigo, se quitó los guantes de lana, tenía los dedos entumecidos por el frío de la calle de diciembre, se acercó las manos a la boca y expulsó un vaho cálido, luego frotó, sonó el teléfono, RIN RIN
-¿Diga?
-Miliki
-¿Quién es?
-Soy mamá
-¿Quién?
-Tu madre. Soy tu madre
-¿Qué madre?
-Miliki, soy la mujer que te ha parido
-Pa… ¿pa qué?
-Parido
-Padido
-Parido
-Pariro…
-PA-RI-DO
-Pa… parido
-Eso es
-¿Y qué es “parido”, señora?
-Miliki… ¿me estás tomando el pelo?
-¿Quién es Miliki?
-Miliki. YA BASTA
-…
-¿Miliki?
-No. Se ha equivocado señora
-Mira Miliki ¡Me voy a cagar en tu puta madre, que además soy yo!
-Señora, le voy a pedir por favor que rebaje ese tono si no quiere que llame ahora mismo a la policía
-MILIKI, déjate de gilipolleces… ¿cuándo te vas a dejar ver por aquí? Te extrañamos mucho todos. La hija de la mujer barbuda no deja de preguntar ¿dónde está ese payaso tan gracioso?
-Señora, insisto. No sé quién es ese tal Miliki y tampoco sé quién es usted
-UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUJ
CLIC, al otro lado han colgado el teléfono, Miliki cuelga también, desliza la espalda por el respaldo de su sofá, apoya la cabeza, la hunde, la inclina ligeramente, se descalza un pie con el otro, luego el otro con el pie descalzo, coloca los dos pies descalzos encima de la mesita de mármol, agarra el mando de la televisión: ya comienza el Gran Hermano
“Yo”… “No”… “Soy”… ”Miliki” -se decía Miliki para sus adentros, ojos cerrados, guardando espacios entre las palabras, despacio, despacio, como meditando.- “Yo”… “No”… “Soy”… “Miliki”. “Yo”… “No”… “Soy”…