Atrapadøs

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Vivir sin contarnos el vacío que sigue a cada regalo material o a cada erupción del sexo: engaños, señuelos, sueños, momentos para hacer olvidar todos los instantes, pedazos de mentira para tejer una vida que oculte tras de sí la oscuridad silenciosa del hombre muerto.

Así vivimos. Mentidos.

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La gente cree que comprende, y la gente habla: se expande por necesidad. Como un virus.

La gente que no comprende deforma la realidad, hasta hacerla irreconocible.

Y si no comprende nada nadie, esas ideas falseadas se vuelven monstruosas y acaban por imponerse a la realidad, travistiéndola.

Los cuentos que nos contamos no pueden tener fisuras. Esto es así desde que dejamos de preguntar el “por qué” de todo, para comenzar a ofrecerlo por nuestra cuenta.

Al fin y al cabo tenemos títulos que nos acreditan.

Legiones de expertos caminan, devoran la calle, andan deprisa, alzadas en una moralidad impuesta, en una educación estúpida, seguras de que los dioses las habitan y que los escaparates y el asfalto siempre estuvieron ahí, que nunca hubo musgos ni zorros ni culebras.

Todos creen conocerlo todo, manejarlo todo, venir de vuelta. Porque sentirse un idiota es la peor ofensa, la que peor soportamos.

Maquillamos con luces nuestras oscuridades.

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Ese niño que vuela,

ese adolescente que se rebela y al que no le dejan pensar,

ese joven que busca desesperado lo que otros ya buscaron antes,

ese adulto que trabaja, que trabaja, que trabaja,

ese jubilado con principio de demencia,

ese anciano deprimido que muere solo en su tumba.

Una vida no es suficiente. Pero ¿debería serlo? ¿o deberíamos tener otras vidas para poder evolucionar?

Como en ese videojuego en el que mueres por no conocerlo. Y cada vez que mueres, más sabes, más aprendes. Porque siempre vuelves.

Pero nosotros no regresamos, no repetimos. Y si repetimos ¿qué importa?

Aquello que fuimos ya se ha borrado, aun reencarnados nuestras huellas serán pisadas por otras huellas, nuestros pies serán otros pies: pasaríamos a ser otra cosa, a partir de cero.

Sólo tenemos Una Oportunidad.

En el momento que comenzamos a comprender a la vida, ella se va como mala pécora en busca de un cuerpo tierno y rosado y recién salido del útero.

La vida es la única PUTA, lo es por derecho natural. Nosotros somos el tarot con el que ella juega. ¿Hay un propósito? ¿Todo es absurdo? ¿Caminamos en círculos, vamos hacia alguna parte quizás? ¿al horizonte,

o a un precipicio?

Cuando empezamos a despertar se nos hunde en el sueño eterno,

todo queda estancado,

hasta el mismísimo olvido nos olvida,

GAME OVER,

hay un cambio en el tablero y de personajes,

toca reiniciarlo todo.

De nuevo: millones de cuerpos errados con la responsabilidad de no equivocarse, disfrutando y sufriendo en su única oportunidad.

Y sin pensarlo siquiera.

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Estamos condenados a tropezar con las mismas piedras, a pisar las mismas mierdas

una y otra

y otra vez

 

 

 

 

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