La fuente

Capítulo 1

LA NOCHE DE DESPUÉS

city-1487891_960_720Era de noche y ya no había nadie por la calle. Nadie, excepto Fraanz Shepard. –completamente nadie, si se le hubiese preguntado aquella noche a Fraanz, que paseaba lentamente, pesadamente, como si llevara zapatos de plomo. Las manos, en los bolsillos; la cabeza hundida entre sus dos hombros ya de por sí hundidos siempre. La mirada clavada a los suelos, no levantaba la frente de los laberínticos asfaltos de una ciudad que iba surcando ya de memoria, ciudad en la que nació, y en donde siempre había vivido sin apenas haber pisado ninguna otra parte en los veinticinco años de una vida que llevaba sin sentirla suya. Porque Fraanz sentía que la vida era una extraña sustancia viscosa que le acompañaba forzosamente, sustancia que se deslizaba a su lado, sobre él, a través de él, como un gusano VISCOSO, sustancia que se iba desmoronando poco a poco en un rastro de baba esparcido monótonamente a lo largo de unos días que eran todos iguales. Fraanz no sentía alegría, no existía en él casi ninguna emoción positiva. Fraanz no tenía nada dentro, nada. Porque en su vida no pasaba nada. De hecho, y por concluir ya con esto de regodearnos en su eterna infortuna, Fraanz no sentía que estuviese realmente viviendo: se percibía como el actor secundario de una secuencia de escenas tristes condenadas a repetirse en el cansino infinito del bucle, como en un juego de casinos en el que toda jugada posible fuese la derrota. Porque, de hecho, para él no pasaban siquiera los días: vivía en un solo acto, en un solo día eterno, reconstruido siempre a la misma hora y en el que no pasaba nunca nada digno de mención. Nunca nada digno de mención… excepto ayer noche –y maldita sea esa noche, pensaba ahora Franz.

Anoche sí que pasó algo –¡al fin, ALGO!-, aunque ahora se arrepienta de haber traspasado los límites de su terrible monotonía, buscando mentalmente refugio en una rutina asquerosa pero al fin y al cabo segura y sobre todo LIBRE de ARREPENTIMIENTOS. Piensa Fraanz en lo que pasó aquella noche mientras camina, y con él nos sumergiremos nosotros en sus recuerdos.

 

RECUERDOS DE FRAANZ

beauty-2388350_960_720Amanda Zipriani es una chica morena de cabellos caracoleados que bajan en espirales densas y oscuras sobre sus hombros suaves y tiernos. Sus ojos negros y profundos son el océano de una larga noche de verano. Su rostro claro, sincero y angelical es sin duda una de las más bellas maravillas del mundo. A Fraanz siempre le había gustado Amanda, pero Amanda SIEMPRE había tenido novio. Una condición inamovible, inflexible, impenetrable, que definía en parte la cerrada monotonía en la que vivía Fraanz, quien se veía ciego en la imposibilidad y en la parálisis del deseo prohibido. No obstante, a esta misma hora de la noche de ayer, Amanda y su novio habían tenido una pelea tremendamente agresiva de la que se había desprendido la última de su larga lista de rupturas periódicas y cansinamente repetitivas –o al menos, así lo eran para los pobres oídos de Fraanz-, pero con la singularidad de que esta vez lo dejaban con apariencias definitivas.

Es este el hecho que explica que los nuevos acontecimientos se sucedieran solos, sin haberlos planeado, sucesos contagiados de la sorpresa que variaba levemente la rutina y envalentonaba a la improvisación de Fraanz; en fin, algo nuevo en su vida. Fraanz estaba a punto de dejarse llevar por la inevitable voz de uno mismo. Lo que pasó después fue lo que sigue:

Las lágrimas de Amanda recurrieron, como solían, al hombro postrado de Fraanz, que era para ella su mejor amigo; para él, sin embargo, y como ya hemos dicho, un amor prohibido, cohibido, silencioso. Él SIEMPRE escuchó las mil y una penalidades e injusticias que su pareja le hacía pasar casi a diario –celos injustificados la mayor parte de las veces-, y que Fraanz se sabía ya de memoria. Todos y cada uno de esos absurdos atentados verbales, todos. Fraanz no entendía la necesidad de Amanda de tragar con todo eso, le resultaba demencial, obsesivo, patético, pero esta vez ella le había dicho que ya no podía más, que ya no tenía fuerzas, que estaba cansada de toda esa mierda, que no seguirá aguantándolo. Amanda lloraba a mares y Fraanz la intentaba consolar como buenamente podía, aunque para Fraanz su desgracia fuera algo así como la pena que siente un obrero enculado pero seguro de que su paz se encuentra en las derechas políticas que le enculan. Pero qué más da, aquello es tan solo el contexto: lo que ocurre es que Fraanz llevaba tiempo esperando su momento. Y Fraanz sintió que su momento estaba a punto de llegar. Y Fraanz no aguantaba más, y el instante escogido fue el reconfortante abrazo de-mejor-amigo que ella fue a buscar a sus brazos… pero éste, sin pensárselo dos veces, al ver que se le acercaba esa cara tan bonita, se lanzó a los labios húmedos y enrojecidos de Amanda. Un acto que Amanda declinó al instante, haciendo uso de la famosa, de la humillante cobra –ahora Fraanz no puede dejar de recordar ese gesto, esa mirada de decepción y de desconcierto que Amanda le clavó en sus ojos, así como los comentarios posteriores en los que trataba de justificar el suceso sin lograr por ello sentirse mejor. Ella le decía que esto no puede ser Franz, que nosotros somos amigos. Él que yo no quiero ser tu amigo Amanda, que llevo años enamorado de ti. Ella que yo te veo como a un hermano, que jamás se me ocurriría perder algo tan especial como lo que tenemos. Él que esto que tenemos no me vale, que ya no me vale más. Luego silencio. Al día siguiente, a la eterna monotonía que sufría Fraanz por condena se le unió un nuevo sentimiento de vergüenza y de rabia, de arrepentimiento y de vacío. Era el vacío más profundo que había sentido en su triste vida, pues el sabor imborrable del sinsentido le amargaba los labios del alma como jamás pensó que podría.

Y en ese vacío estuvo rondando Fraanz todo aquel larguísimo día, perdido en la nada, sin oponer resistencia, como si fuese su rehén, su prisionero, su esclavo, penetrando en la absoluta oscuridad de la desolación hasta que su oscuridad se fundió con la oscura noche –esa noche de la que ya hemos hablado y que retomaremos a continuación. Esa noche en la que Franz se sentía tan terriblemente desdichado.

 

DE NUEVO, LA NOCHE

spirit-2304469_960_720.jpgLas luces de las farolas proporcionaban vista a los ojos de Fraanz para poder guiar su mecanizado paso de robot autómata, pero él solamente era capaz de ver su propia sombra. Una sombra a la que se uniría sin dudarlo, oscura negrura que él ahora era. Encogido como una víctima del frío y del viento en la noche, Fraanz proseguía su camino junto a su sombra hacia alguna parte todavía inconcreta. Y aunque pueda parecer que Fraanz andara sin rumbo, el azar siempre tiene reservado un final secreto para todos aquellos que se abandonan a él. Había girado la última calle y se encaminaba hacia otra que le llevaría a la plaza. De repente, sonidos en movimiento. El agua caía por los caños y chocaba contra sí misma y contra las fronteras de ladrillo de la única fuente que hay en la ciudad. Un sonido que no tarda en alcanzar los oídos de Fraanz, que separó por primera vez la vista del suelo para observar a la fuente, ahí, a lo lejos, una fuente presidiendo la plaza, una fuente rodeada de jardines enlatados y de bancos de madera resquebrajada y oscura. La fuente llamaba en la noche… de alguna manera le estaba llamando. Ella llamaba, y él obedeció. Fraanz se acercó a la fuente como aquel que se acerca a sus sueños tras haber cerrado, agotado, sus ojos. Un sueño al que los sucesos recientes han vuelto una cruel pesadilla. Ahora que Franz está en frente de la fuente su olfato se ensucia, el agua le huele mal. El agua apesta a podrido. El agua apesta más que nunca. A Fraanz le parece que ese mejunje enmohecido, agua supuestamente, lleve allí estancado más de veinte siglos. Unos siglos que han transcurrido en un solo día de tristeza y auto-crucifixión. El HEDOR le hace sentir con más fuerza la tragedia de este maldito día que tanto le pesa, que le aplasta tanto. Piensa por un instante en arrojarse a la fuente. ¿Suicidio? Qué ridículo. A esta profundidad sólo podría ahogarse un chihuahua, uno muy torpe o muy tonto, así que como mucho Fraanz podría morirse de una infección… pero le da demasiado asco la idea. Sin saber exactamente por qué, rebusca en su bolsillo… y encuentra su vieja cartera. Abre la vieja cartera y agarra una foto de carnet. En la pequeña foto de carnet aparecen dos caras juntas: una es la suya… la otra es Amanda. Sonreían ambos en la pequeña foto, pero Fraanz hoy era incapaz de sonreír. El contraste que siente al ver las sonrisas desgarra la comisura de sus labios todavía más. No se lo piensa dos veces: Fraanz arroja la foto a la fuente de la peste, y luego extrae otra foto más de su cartera; pero esta vez, de manera consciente. Es una foto suya. Esta segunda foto sufre la misma suerte que la anterior. Es como si Fraanz quisiera acabar de una vez por todas con esa frustrada relación y consigo mismo; al menos, de alguna manera simbólica. Las fotos se hunden poco a poco en el agua verdosa, bailando en un serpenteante zigzag que las entremezcla, que las separa y que las une de nuevo, hasta que tocan el fondo y quedan la una justo al lado de la otra, formando la unión perfecta del deseo incumplido de Fraanz. Las fotos le están mirando fijamente con sus sonrisas forzadas y falsas, y Fraanz no soporta ver esa imagen de la unión artificial, esas miradas de insinceridad, de la farsa más absoluta. Siente que hasta las fotos se están riendo de él, pero Fraanz no está para risas. Fraanz está hasta los cojones del sarcástico humor que tiene dios.

Por un momento ha pensado en meter la mano en la fuente. Necesita darle la vuelta a las fotos, pero la fatiga le vence, así que rebusca un poco más dentro de su cartera…. y encuentra la solución más sencilla y menos costosa. Fraanz comienza a soltar una a una todas las monedas de su calderilla inútil, que caen sobre los retratos y los asfixian ¡Ay, cuanto desearía Fraanz un cambio en su vida, un golpe de suerte, un deseo cumplido, TAN SOLO UNO! Toda una vida mecida en el viento de otros. Piensa ahora Fraanz ¿acaso no me merezco ser mi propio viento, no podría ser yo también capaz de mover las otras vidas como si fueran las hojas que se desprenden de un árbol? Ojalá todo se moviera al son de mis deseos. Mierda, se lamenta Franz, como asumiendo su derrota, y mira un último momento su despechada obra de bronce cuando de repente el agotamiento más profundo le domina. Fraanz se siente extremadamente fatigado y abatido… ya va siendo hora de regresar a casa.

coins-2802709_960_720

 

 

DÍA 2

Ojalá no le hubiese dicho nada a Amanda. Ay, ojalá no nos hubiésemos encontrado esa maldita noche, se dice Fraanz a la mañana siguiente, nada más abrir los ojos. Es cierto… mejor tenerla como amiga que no tenerla ¿acaso puedo permitirme el lujo de perder la monotonía que Amanda me ofrece, la monotonía del amante silencioso, una de mis monotonías favoritas? Fraanz se ha apagado despierto, se pasa como diez minutos mirando al techo con la mente en blanco, y sólo el hambre le hace reaccionar; y todo sigue ahí: Fraanz retorna de nuevo a la realidad de ese arrepentimiento constante. Fraanz piensa en el siguiente instante de su vida, de nuevo me espera mi desayuno de siempre, esa puta tostada medio quemada, ese asqueroso zumo de tetrabrik. En realidad, no es que le disguste su desayuno de siempre, aunque solo sea por la fuerza de la costumbre ¡pero cuánto desearía Fraanz romper la norma por una vez, empezar el día alzando su despedazado ánimo con un pequeño capricho que le desconecte de su mente, que le desconecte por un ratito! Fraanz piensa en tortitas con nata, en un gran vaso de zumo de arándanos, en donuts de chocolate rellenos de crema, en una tarta de queso, en… Fraanz, para ya. Es demasiado consciente de que la boca le babea para nada. Se levanta de la cama como buenamente puede. Entra en el cuarto de baño, levanta la tapa del váter y mea, mea sobre todos sus pecados… pero no se marchan. Se escurre la picha y se la guarda, luego baja las escaleras desganado, resignado, directo hacia la cocina de los desayunos cuando, de repente… le invade un aroma delicioso. Baja tres escalones más, alarga su cuello y mete un respingo cuando ve lo que ocurre en la planta de abajo. Sobre la mesa del salón reposa la anomalía, ve platos y sobre los platos tortitas, y sobre las tortitas nata, y ve también los donuts rellenos e incluso una tarta de queso, todavía humeante. Un vaso ancho relleno hasta arriba de un líquido violeta que parece ser zumo de arándanos. Es increíble, extraordinario… ¡Un milagro! Todo lo que le espera en la mesa tiene la pinta exacta que había imaginado hace tan solo unos instantes en la planta de arriba, cuando aún estaba con pie y medio en sus sueños. Fraanz se queda mirándolo todo sin poder dar crédito a lo que ve ¿Estaré soñando? Fraanz cierra los ojos, se frota los ojos, los abre y ve que todo sigue allí. Fraanz insiste, cierra los ojos de nuevo, vuelve a frotarlos, los vuelve a abrir: nada ha cambiado, todo sigue estando allí. A Fraanz se le escapa una carcajada mientras baja el último peldaño y pisa tierra firme.breakfast-2359617_960_720

Fraanz agarra una silla, se sienta en frente de la mesa y observa de cerca la belleza de todo aquello. Inhala el irresistible aroma de esta gran obra de arte culinario, justo antes de empezar a acabar con ella: deleitados ya sus ojos, comienza a devorar y a deleitar el paladar. De sus ojos resbalan dos lagrimones mientras come, come mientras sonríe. Entonces hace aparición Giulianna, la madre de Fraanz. Y Fraanz habla con la boca llena, no solo llena de comida, también de gozo. Dificultosamente y entre perdigones se le descifra:

-Giulianna ¿y este festín? ¡qué cojones celebramos hoy!

-¡Já! ¡nada, hijo! Simplemente he pensado en variar por una vez de desayuno, ¿te gusta?

Fraanz no contesta, no hace falta que conteste: su madre ya lo sabe. Fraanz sólo sonríe. La madre también sonríe, y se une también a la fiesta. Justo en este momento parece que todo está bien. Todo se ha disipado. Para variar, nada importa –al menos, claro, mientras que dure este espectacular desayuno…

 

A MEDIODÍA

Fraanz ha salido de casa dispuesto a repetir su camino de cada día, su camino hacia alguna parte que es a la vez ninguna. Fraanz se siente pesado, HINCHADO, se arrepiente de la enorme comilona que se acaba de meter entre pecho y espalda. No debería haber comido tanto, ¡ojalá hubiese sido capaz de parar a tiempo! se dice, y casi instantáneamente siente que la pesadez se va marchando poco a poco de su estómago, que la tortura le está abandonando, que se larga, se va. Se encuentra un poco mejor. Ahora mejor todavía. Pasados unos pocos minutos ya se siente ligero y en plenitud. Piensa en que no se ha sentido mejor en toda su vida, pero no le da tiempo a pensarlo mucho…

-¡Ey, Franchi!

Es Amanda. Amanda le saluda con entusiasmo desde la otra acera. Amanda cruza la carretera y marcha segura y directa hacia él. Tengo que contarte, le dice nada más llegar, y le cuenta que lo ha dejado con su novio, y que está ya harta de tener que soportar tantas injusticias gratuitas, y que no aguanta ya más. Le cuenta todo de nuevo, como si nada le hubiese contado hace tan solo dos noches. Ay, otra vez. Ojalá cierre la puta boca, se siente un poco mal, pero Fraanz no puede evitar pensarlo. Parece que Amanda ya no tiene nada más que decir, silencio que Fraanz aprovecha para regresar a su mente. Fraanz no entiende nada, pero nota cómo se desvanecerse una parte importante de su tortura. No obstante… el alivio le dura poco, Están pasando cosas muy extrañas hoy, piensa Fraanz, y su cara se empalidece, y su mirada se queda vacía ¿Locura?… ¿Milagro?…. ¿Amnesia?… ¿Por qué se estará haciendo la tonta? Franz duda por un momento de todo lo que le ha torturado hasta hoy, Lo que pasó hace dos noches… ¿tuvo realmente lugar? ¿ha sido todo producto de mi imaginación? Coño, ¿tan mal estoy? Y luego recapacita, Pero entonces, ¿cómo puedo yo saber todo lo que sé?

Amanda sigue callada, parada en frente de Fraanz, mirándole fijamente a los ojos vacíos, y Fraanz, que se acaba de dar cuenta de la situación tan extraña que se ha creado, se siente abruptamente incómodo. No sabe qué decir. Piensa en que ojalá Amada sea capaz de decir algo, que diga lo que sea ¡LO QUE SEA!. CACAHUÉ, dice Amanda, ¿Cómo? dice Fraanz, No, nada, dice Amanda, y prosigue de nuevo con la vieja historia de su ruptura. Ella le habla, le habla, le habla, le habla, le habla, le sigue hablando, pero Fraanz está perdido en su aroma y no presta demasiada atención a lo que le dice, una historia que por otra parte ya se sabe a la perfección. Fraanz no puede evitar pensar en todo lo que daría por poder besar esos labios que no se callan ni debajo del agua. Ni aunque esos labios estuvieran rodeados de un agua tan podrida como el agua de la fuente se callarían ¡Ojalá me bese, aunque sólo sea para que se calle! Espera… un momento… Amanda se calla y se abalanza sobre Franz, como siguiendo la fuerza de un imán oculto, y ambos se funden en la unión de sus labios, y Fraanz siente una explosión de sensaciones contradictorias, pero que en todo caso se rinden ante un momento tan mágico.

Justo después de la pasión, cuando los labios se separan, tan sólo queda la confusión que se apodera de los labios de Fraanz, que dice, Amanda… ¿por qué me has besado? pregunta, Pues no lo sé. Sencillamente sentí el impulso, responde. Amanda…. ¿recuerdas lo que pasó hace dos noches? pregunta él de nuevo, ¿Qué pasó hace dos noches? Responde ella otra vez. Venga, ya basta de bromas. No entiendo cómo es que me besas si hace tan solo dos noches me rechazaste. ¿Qué yo te… qué? ¿pero de qué me hablas, Fraanz?

Definitivamente, o Franz se ha vuelto loco o Amanda se ha convertido en la mejor actriz del planeta, ¿Por qué motivo me miente? Quizás se haya arrepentido de lo que hizo… curiosa manera de afrontar las cosas, piensa Fraanz. En cualquier caso, a Fraanz le importa un bledo estar loco ahora mismo. Y si Amanda está fingiendo, qué más le dan sus extrañas maneras. Fraanz no presentará objeciones. Fraanz sólo desea un nuevo beso…

…Y Fraanz y Amanda vuelven a fundirse en uno.

couple-407150_960_720

Ahora sí: Fraanz se siente al fin VIVO.

Capítulo 2>

 

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s