La fuente

Capítulo 2

-¡¿PERO ESTO QUÉ ES?!

Es Roberto, ante todo un celoso patológico, pero además también la más reciente ex pareja Amanda, viendo tambalearse sus propiedades y derechos ante ese beso que acababa de separarse a un palmo de sus narices arrugadas en un mar de furia. De dónde ha surgido este personaje es una incógnita digna de una novela de la peor Agatha Christie, buitre hambriento sobrevolando sobre el hedor de la carroña, el misterio y el asesinato. Un puño se dirige como una centella hacia el rostro de Fraanz, que sin tiempo para cubrirse ni para esquivarlo, tan solo puede esperar el desastre. Todo transcurre a cámara lenta: la boca de Amanda como un gran óvalo abierto, sus manos van acercándose para tapiar el terror que estaba a punto de escapar en forma de grito, el brazo de Roberto formando una curva robusta en el aire, el impacto del puño sobre el pómulo derecho de Fraanz, su cara girando, girando hacia atrás y sus piernas dobladas, perdiendo el contacto con tierra firme, su cuerpo flotando en el aire por un momento y el dolor emergiendo como un relámpago… A buen seguro, esto le dejará marca.

Cuando Fraanz aterriza, el tiempo recupera su cordura… para que la locura se desate en toda su plenitud. Desde los suelos es espectador privilegiado de la terrible escena: Roberto agarra con fuerza las dos muñecas juntas de Amanda, espeta Lo sabía, esto yo ya lo sabía. ¡Eres una ZORRA!, ¿y qué no saben aquellos que hacen del “piensa mal y acertarás” su lema de vida? Sin Carpe Diems ni Hakunas Matatas, la mosca siempre anda rondando detrás de la oreja de los más enfermos, Amanda callada y llorando, soportando la tormenta que se desata con violencia sobre sí.

Amanda se siente culpable, se sabe la responsable de esta tormenta que además cree merecerse, ¿pero qué derechos tienen sobre nosotros las tormentas en cráneos ajenos sino los que nosotros mismos les hemos dado? Miedo y culpa, culpa y miedo, su corazón desgarrado por Roberto aún palpita por él, eso no es ningún secreto. Por eso la correa aún sigue intacta…

Las tormentas de los hombres siempre son contagiosas: odio, impotencia y rabia conforman los ingredientes de una nueva tormenta, aderezada con la lluvia de lágrimas de Amanda. Fraanz se levanta con rapidez, sin darle tiempo al estupor y todavía menos al raciocino. Su cobardía habitual se ha transformado en una lanza pueril y primitiva, toda la animalidad de sus ancestros habita ahora en su alma, desde aquel primer hombre de las cavernas que asesinó a su hermano por un pedazo de carne podrida. Fraanz, encendido, incandescente, humeante, un poderoso tren dirigido a masacrar a la figura de Roberto bajo sus vías, ¡HIJO DE PUTAAAA! Le grita. Un baile grotesco de brazos de pulpo, propio de quien jamás en su vida ha recurrido a la violencia, se cierne aleatoriamente sobre el cuerpo de su desconcertada víctima y agresor primigenio, pero con tanta fuerza que de su nariz comienza a brotar ahora la sangre ¡Pero qué haces! ¡BRUTO! Le dice Amanda, que reposa sus lindas manos sobre el rostro ensangrentado de Roberto, ¿Estás bien? le dice con su voz más suave y tierna.

Ahora sí le llega el turno al estupor. La víctima se ha transformado en agresor y el agresor en víctima, con todas las ventajas que eso conlleva para con el corazón de Amanda, corazón que estaba en juego entre dos hombres obsesionados con ella y totalmente carcomidos por los celos. La tortilla se ha dado la vuelta y aparece su lado crudo, el mundo entero ha dado un vuelco y con él el sentido se ha disipado en lo más absurdo: Fraanz ha conseguido lo opuesto de lo que quería conseguir, que era salvar a la doncella de los brazos de aquel villano. El héroe es ahora el villano, y la doncella es del enemigo.

Pero no todo está perdido. Ahora Fraanz recuerda los anteriores «milagros», piensa en la posibilidad de controlarlos, y está dispuesto a ponerlos a prueba: Ojalá yo fuese el héroe en este cuento, piensa las palabras mágicas.

De pronto Roberto desprecia las manos de Amanda, ¡Suéltame, Zorra! le espeta. Y prosigue: ¡Ahora verás lo que es bueno! Roberto agarra por el cuello a su ex y la estampa contra la pared. Y Fraanz acude al rescate…

Ahora todo ocurre a cámara rápida: la somanta de ostias que le cae al agresor le hace parecer un muñeco de trapo frente a las manos embrutecidas de un Fraanz que no se reconoce a sí mismo. Roberto intenta defenderse pero no puede, es imposible, PLAF, PLAF, no sabe ni de dónde le vienen los puños, y ante la paliza que se está llevando solo le queda una opción: el escape. Roberto huye como un condenado, buscando una salida desesperada a la escena de su ejecución inevitable, y Amanda se lanza a los pies de Fraanz, ¡MI HÉROE, MI HÉROE! dice. Repite. Qué vergüenza… piensa ahora Fraanz.

Fraanz, macho alfa, ya es el héroe del cuento de hadas que quería ser, ¡LA FUENTE, HA SIDO LA FUENTE!… no puede ser otra cosa. No obstante, surge en él un dilema: Ahora que parece que soy el escritor de mi vida, ¿cuánto de verdad hay en todo esto? Fraanz no estaba loco, ya no duda de su poder, pero no sabe hasta qué punto es ético utilizarlo. Amanda ahora está besando sus pies, pero ¿realmente desea hacerlo? ¿quién coño hace esto, por dios? Es todo tan exagerado… piensa. No, no es esto lo que él quería. Bueno, un poco sí. Pero se siente mal por quererlo

-Venga, Amanda, ponte de pie por favor. Oye, mira… tengo que irme

-¡ESPERA!

Amanda le agarra de la mano, tira de él, se lanza a sus labios. Y a Fraanz se le olvidan todos sus dilemas.

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Y colorín colorado, este cuento se ha acabado… para dar comienzo a una nueva pesadilla.

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