Esa barbita canosa cuyos hilitos blancos están cada uno de ellos específicamente colocados para dar una imagen de artificial madurez, esos ojitos azules de perro husky asustado, esa voz tenue de la que espero continuamente que se escape un gallo, pues todo el tiempo lleva el gallo en la barrera del corral, intentando escarparse de La Zarzuela. De lo que habla, no sé, las mismas gilipolleces vacías de cada año. Ración de unidad de España aderezada con un chorrito de franquismo y mil especias de arrimar el hombro en tiempos difíciles que nunca acaban. Ahora dice algo sobre el trabajo. «Trabajo digno y de calidad«, dice el rey. Ahí le tienen, el rey hablando de trabajo. Como el cura de matrimonio o el tertuliano de política. España, señoras y señores. Rey retoza pero agradece.
-Lo que tienes que hacer es darnos la máquina de hacer dinero. Así no hay más problemas con los trabajos
Dice mi abuela. Nunca una frase estuvo tan bien puesta. Entonces, fantaseo. Me imagino mañana, en todos los periódicos: “Felipe, ya no engañas a nadie ¡Danos la máquina de hacer dinero!”, pero no ocurrirá. Mis ganas. Los periódicos abrirán la boca, pero será para comerle el rabo al monarca. Siempre en sentido figurado… claro. Tragarán, entre su líneas, su semen real compuesto de siglos y siglos de noble incesto. Nos embaucarán con su seductora Verdad Universal y nos embarazarán de su mentira. Palabras y más palabras y luces y gambas y fiestas para ocultar la realidad del asunto. Las alarmas a las siete de la mañana y el cinturón asfixiando cada día 20, pero eso sí, con una paga extra para poder gastar y gastar y gastar y gastar en esta enorme orgía consumista bendecida por la gracia de cristo ¡VENGA, QUE NO PARE LA FIESTA! ¿Será por eso que nos emborrachamos tanto en Navidad
y cuando no es Navidad, también?
Duérmete. Duerme, que pronto se acabará el sueño. Y mientras tanto, FELÍH’ NAVIDÁ de parte de mi abuela.
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