Tras la Cortina de Humo [Análisis de los medios]: El Caballo de Troya va en «manada»

El Caballo de Troya va en «manada»

Día 26 de abril. La sala segunda de la Audiencia de Navarra acaba de dictar sentencia sobre el caso de “La Manada”. El resultado: 9 años de cárcel para cada uno de los cinco acusados, por un delito de abuso sexual continuado –que no de violación.

La sentencia ha generado una tremenda turbación social. Y más después de conocerse las palabras de Ricardo Javier González González, uno de los tres jueces encargados de llevar el caso. Sobre el vídeo aportado como prueba de la violación por parte de estos cinco impresentables en los sanfermines de 2016, González González afirma que aparece «una mujer practicando actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo», con «innegable expresión relajada, sin asomo de rigidez o tensión», lo que «impide sostener cualquier sentimiento de temor, asco, repugnancia, rechazo, negativa, desazón o incomodidad». Más que una prueba de vídeo sobre los hechos, parecería haber estado visionando una película porno.

Todo un clamor popular ha estado reclamando en los últimos días una condena más proporcionada para los cinco violadores de «la manada». No obstante, me da la impresión de que nada de esto ha sido casual. Y si lo ha sido, hay un hecho que me parece indiscutible: esta sentencia ha servido para apoyar indirectamente los sueños más húmedos del poder. Me explico.

Hace tan solo un par de meses, el apoyo popular a la Prisión Permanente Revisable era bastante escaso. Tanto era así, que hasta podía presumirse su inminente derogación. Sin embargo, un suceso turbulento convulsionó la opinión pública: el asesinato del niño Gabriel.

Sociológicamente hablando, el ala más conservadora de la población comenzó a utilizar este suceso, no solo como un acicate xenófobo, sino como una clara justificación para la necesidad de endurecer el código penal. De la noche a la mañana, un debate que estaba completamente perdido comenzaba a ganar adeptos de forma masiva. La balanza se estaba equilibrando; no obstante, la izquierda sociológica no había caído en la trampa… o al menos, todavía no ¿Quizás era necesario tocar uno de sus puntales más sensibles?

 

Un endurecimiento de izquierda a derecha

Si la derecha utilizó el asesinato de Gabriel para sacar a la palestra argumentos racistas y punitivos extremos, la sentencia a la manada (catalogando los hechos como «abuso sexual continuado», no como violación) ha provocado la indignación de la izquierda en general y del feminismo en particular. En ambos casos hay un denominador común: el castigo. Y en ambos, un mismo procedimiento: estimulo-reacción.

¿Acaso no parece que estén buscando que EL PUEBLO exija un endurecimiento de las leyes penales? Indignarnos para que exijamos un código penal más restrictivo; concedérnoslo, y hacernos pensar que todo emerge desde abajo. De esta manera se mantiene la ilusión de que somos libres, y de que papá gobierno nos escucha y nos cuida… cuando en el fondo sólo estamos siguiendo el camino que el propio gobierno había trazado en un principio.

«Que la sentencia les imponga 9 años me parece poco»

Maria Dolores de Cospedal

“Todos saben que este juez tiene algún problema singular”

Rafael Catalá, sobre las palabras de Ricardo González

 

Un endurecimiento que presumiblemente será desfigurado (y multiplicado)

Me pregunto si la solución que realmente queremos es que todo problema, conflicto o conducta anti-social se arregle con PRISIÓN en un futuro próximo, olvidando incidir en la RAÍZ (incidir en la raíz, para que nunca más ocurra).

Las cárceles no curan ni ayudan: destruyen o terminan de destruir a las personas ya destrozadas. Por tanto, no rehabilitan: todo su poder se basa en el miedo. Psicológicamente hablando, la mayoría de los que salen de prisión son incapaces de abandonar aquel infierno, puesto que este se ha instalado ahora definitivamente en sus cabezas. Pero es que la finalidad de la cárcel nunca fue sanatoria, sino punitiva: no se encierra para rescatar a una persona, sino para rescatar a la sociedad entera de ella, calmando asimismo su sed de venganza. Y todo ello se corresponde con una visión esencialista del alma humana.

«La existencia precede a la esencia» decía Jean-Paul Sartre, padre del existencialismo. Esto quiere decir básicamente que uno no nace, sino que se hace. Por más que se diga coloquialmente, uno no nace siendo de un equipo de fútbol, sino que se hace de este en virtud de las influencias en las que vive y crece. Asimismo, uno no nace siendo católico, musulmán, budista, ateo o agnóstico. No nace siendo independentista, ni siendo español, ni todo lo contrario. Tampoco siendo hípster, cani ni emo; nada de eso estaba escrito en los cigotos de los que venimos. Parece obvio, ¿verdad?

Siguiendo esa misma lógica, nadie nace con un trauma. Nadie nace odiando ni odiándose a sí mismo. Nadie viene al mundo siendo un pozo oscuro de inseguridades, repleto de resentimientos hacia los demás. Y sin embargo, se nos trata como si así fuera, encerrando a las personas criminales como si se tratara de escoria humana, de enfermos incurables de los que nada puede esperarse: pues la infracción estaba ya escrita en sus genes mismos. Y cuando reinciden en sus crímenes −algo obvio si tenemos en cuenta el efecto real de una cárcel, esencialmente destructivo-, nos miramos unos a otros como diciendo: ¿veis como teníamos razón al pensar que no tenían solución?

Quizás nos estén distrayendo para que pensemos que la represión es la única solución posible para todo. Y cuando nos queramos dar cuenta, estemos todos condenados a la amenaza de pasar media vida en la cárcel por las cosas más nimias. Qué sé yo, un tuit molesto. No en vano, ya se ha estado tachando de terroristas a aquellos que cortan las autopistas.

Por otra parte, nos han dejado bien claro que, al menos para el poder, resulta mucho más grave robar en un Eroski que estar imputado por corrupción (robar como los pobres no es compatible con desempeñar un cargo público; robar como los ricos SÍ). Por no hablar del “caso Alsasua”, para el que se piden hasta 62 años de prisión para ocho jóvenes por una pelea con un Guardia Civil fuera de servicio (para este caso, como en el citado caso de «La Manada», también se ha aportado un video como prueba. Las imágenes muestran al sargento supuestamente agredido con un aspecto impoluto –y eso que llevaba una camisa blanca que haría resaltar cualquier mancha de sangre. Los acusados llevan en prisión más de 500 días, a la espera de una sentencia firme. Nunca una pelea de bar generó tanto castigo).

Nada de esto es casual, pues con todo lo anterior nos están señalando el camino: «no se debe molestar al poder; y si lo haces, sufrirás graves consecuencias». Un hecho que el propio pueblo está sosteniendo y favoreciendo, aun sin ser del todo consciente. Piensa que el Caballo de Troya es y será toda aquella noticia que nos indigne: de sus entrañas surgirá un endurecimiento de las condenas y multas en un mundo ultra-vigilado. Así que cuídate de lo que apoyas; o mejor dicho, de cómo lo estás apoyando. O puede que pronto te veas pagando las consecuencias –tú que siempre te consideraste un ciudadano ejemplar; tú que sólo querías que los violadores y los asesinos no volvieran a ver la luz del sol.

 

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