Bucle

Deben de ser las 3. Enciendo el televisor y voy alternando los Deportes de Cuatro con los de La Sexta, esperando, sin fortuna, ver un poco de deporte. Tras diez minutos de declaraciones en la zona mixta –incluida una cámara lenta analizando cada uno de los microgestos de Cristiano Ronaldo-, pierdo la poca paciencia que me quedaba. Aún quiero ver los goles de anoche, pero no estoy dispuesto a esperarlos en esta sección de fútbol del Sálvame.

Hace ya tiempo que no soporto ver las noticias. Pero siendo consciente de la hora que es, me resigno a que cualquier zaping me lleve hacia ellas:

«Venga, va, si es sólo un momento… Si es por hacer algo de tiempo. A ver qué mierdas dicen –me animo a mí mismo- ¡Igual hasta te ríes!».

Me aventuro a poner entonces, al azar, las noticias de Antena 3. Hablan de las campañas electorales ¡Qué inesperado todo! Una enviada especial hace una breve introducción sobre el acto de Mariano Rajoy en… –en ese momento agarro el móvil, no sé muy bien para qué. Quizás sólo he sido empujado por la falta de interés; la misma que a los pocos segundos me induce a dejarlo de nuevo en la mesa.

Vuelvo a fijar los ojos en la pantalla: declaraciones de mi queridísimo Mariano naniano Rajoy:

«¡No podemos dejar de nuevo a España en manos de quienes nos han metido en la peor crisis de la historia de nuestra democracia!»

No esperaba tampoco escuchar, acto seguido a eso, y en una televisión tan –pongamos- cuestionable como la española, algo de dignidad informativa que desacreditase tanto cinismo reconcentrado en tan pocas palabras… pero lo que me encuentro es aún mucho mejor a cualquier expectativa que pudiese llegar a albergar mi cerebro:

Pedro Sánchez, acto en Callao, Madrid, apelando al voto útil «para liberar a España de las garras de los que nos han llevado a la crisis más importante de la historia de nuestra democracia».

Fascinante: mismo argumento, diferentes responsables. La lógica más simple dice que uno de los dos, al menos, miente. Pero entiendo que después de esto, y en función del bagaje ideológico de cada cual, la culpa de todos los males del mundo se verá para algunos personificada en la figura del impresentable de Mariano Rajoy, mientras que para otros el responsable será Pedro Sánchez, la nueva metamorfosis del sinvergüenza de ZP.

Sin embargo, yo me pregunto: ¿Es que la culpa de «la peor crisis de la historia de la democracia» la tiene realmente Mariano Rajoy?, ¿la tiene Zapatero?, ¿o es que la tiene un sistema económico-financiero del cual ambos dos son simples súbditos y lacayos?

Si buceáramos entre los datos, la respuesta no admitiría dudas. Pero entonces, ¿por qué no se desmiente todo esto en las noticias de Antena 3 –una cadena de televisión tan importante, tan seguida, tan aparentemente seria? ¿Y cómo es que se permiten mentiras tan insidiosas tratadas como si fueran información veraz, o en todo caso opinión válida, con lo fácil que sería desmontarlas? Con la rapidez con la que se denuncian y se desmontan otros acontecimientos infinitamente menos relevantes… ¿Acaso la cadena es cómplice de este infinito juego de trileros? ¿A quiénes sirven en realidad las noticias?

Lejos quedan aquellos tiempos oscuros y lúgubres, de aires viciados y casi irrespirables, en los que un tal Paquito Franco, o Hitler, o Stalin, imponían Una Verdad Única al pueblo que les tocara sufrirlos; pero parece que ahora –¡Luces! ¡Colores! ¡Sonrisas! ¡Fiestas y amables voces!- los tiempos son menos tristes. Porque la Verdad Única cuenta con una serie innumerable de matices… que nos llevan todos hacia la misma mentira. En eso hemos mejorado mucho: en las apariencias.

Algunos pensarán, quizás –y yo soy uno de ellos-, que el incumplimiento de las reglas básicas de la decencia informativa, junto al marginamiento corrosivo de la verdadera disidencia –esa que cuenta con datos objetivos, relevantes y de interés… que nunca se dicen-, impide necesariamente la existencia de cualquier democracia válida. Claro que la democracia también les otorga a los informativos la posibilidad de elegir mentir, y a nosotros la de apagar la televisión –cualquiera de las cuatro que tenemos en casa-, o de informarnos de otra rebuscada manera –¡ohj, qué fatiga!-, e incluso de no informarnos nada en absoluto.

Y si no, en lugar de ver los informativos, siempre podemos ver solamente los dicharacheros e inofensivos Deportes, como los de Cuatro o los de La Sexta –y odiar hoy a Piqué, reivindicar mañana el Balón de Oro para Cristiano, exigir sanciones por los pitidos al himno, y hacernos, de a poco, del Real Madrid para siempre.

¡Pero eh, que viva el pensamiento libre que tanto nos brilla… –pero por su ausencia.

 

9 de Diciembre de 2015

 

 


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