Como nazis y fundamentalistas cristianos quemaron
En su día
Los libros,
Propongo la misma práctica
A la inversa, y
Sin abandonar el sano arte de volver a las cosas ceniza,
Encendamos de nuevo la hoguera
Y quememos
En ella
Las televisiones,
En masa,
En la plaza,
Que formen rascacielos de humo negro envenenado,
Y que sus pantallas así contaminen,
Por vez última,
La vida y razón humanas.
Hicieron de los humanos amantes de sus cadenas,
al hacerlos amar las cadenas
de televisión
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