¿La venda ya cayó?

La vida siempre te brinda momentos en los que tienes que decidirte. Pero no hablo de decidir entre dos refrescos, ni de escoger entre varios partidos políticos, ni de optar por una prenda de vestir u otra… no; me refiero en este caso a cosas bastante más importantes. Hablo de momentos que marcan un antes y un después en tu vida. Momentos que te definen, y que dicen qué clase de persona eres –y que serás a partir de entonces para el resto de tu vida. Pues bien: hoy es uno de esos momentos para mí… Y no pienso dar ni un solo paso atrás. Sé que a muchos os sorprenderé con esta decisión, pero estoy dispuesto a asumir todas las consecuencias de mis actos. Reconozco, además, que he estado dilatando los tiempos al máximo, esperando hasta el último momento porque creía que de esta manera el asunto podía ganar en fuerza y en repercusión. Porque este asunto se merece toda la repercusión del mundo… el asunto, reitero. El asunto y no yo. Quiero decir ante todo que esta es una decisión exclusivamente personal: nadie me ha influido a la hora tomarla, y nadie, excepto mi círculo más cercano, sabe lo que estoy a punto de hacer ahora mismo. Sé que, de haberlo hecho de otra manera, habría recibido muchas presiones; pero igualmente debéis saber que no existía ni la más remota posibilidad de que hubieran podido influir sobre mi decisión. Porque mi decisión es firme, justa y razonada; o al menos, así lo es bajo mi punto de vista. La decisión está tomada, y no hay marcha atrás en ella. Decir también que agradezco mucho todo el cariño y el apoyo que he estado recibiendo durante todos estos días, pero he de decir también que mi compromiso con los derechos humanos está por encima de todo. Repito: de todo. Por encima de mis fans, y sobre todo por encima de mí. No quisiera extenderme mucho más, así que me limitaré a desvelaros el motivo de este comunicado en las siguientes líneas. Ahí va:

 

Estimados amigos,

Hoy quiero anunciaros oficialmente mi renuncia a cantar en el certamen de Eurovisión, que como todos bien sabéis, se celebra hoy en el Estado de Israel. Ha sido una decisión muy difícil de tomar, pero profundamente meditada; creedme, lo ha sido. Pienso que la historia lo pone todo siempre, tarde lo que tarde, en su justo sitio. Y la verdad es que no me gustaría estar en ella siendo un cómplice más de este abuso de poder. 

Pienso ahora mismo en aquel equipo de fútbol de presos que se enfrentó a otro conformado por varios oficiales de las SS. Algunos de estos presos eran exjugadores del Dinamo de Kiev, una gran potencia de la antigua Liga soviética. No obstante, los nazis, creyéndose superiores por una cuestión puramente genética o de raza, se sentían capaces de tumbar incluso a cualquier exjugador profesional –siempre y cuando este no fuera “ario”, claro está. Los presos sabían perfectamente que, de no confirmar las convicciones supremacistas de sus carceleros –es decir: de no dejarse ganar- sufrirían las consecuencias por el daño causado en los egos de los oficiales –y por extensión, en el centro mismo de la ideología racista que todos ellos sustentaban con las armas. Si tenían el más mínimo apego hacia sus vidas, debían dejarse derrotar… Pero no lo hicieron. El equipo de los presos goleó al equipo de los oficiales nazis endosándole nada menos que un ocho a cero. Y todo ello bajo la atenta y enfurecida mirada del Fürer Adolf Hitler. Los presos eran perfectamente conscientes de que cada gol que metían los sentenciaba todavía más. Pero eso no les importó. Así pues, cuando finalizó el partido, se encaminaron con la cabeza bien alta hacia los vestuarios, sabiendo que les aguardaba la tortura, o incluso el fusilamiento. Les daba igual: habían derrotado simbólicamente al nazismo.

Ellos –y no los futbolistas actuales, ni los actores de éxito, ni los cantantes más reconocidos e idolatrados- son los auténticos héroes: porque supieron perfectamente qué decisión tomar cuando el camino de la elección se bifurcó entre el horror y la justicia. Sin temor a nada; ni siquiera a la muerte. Y yo, aunque por fortuna no me encuentro ni de lejos en una situación semejante, no podía desaprovechar esta oportunidad que me ha brindado la vida para, humildemente y dentro de lo que cabe, poder jugar este partido también en el nombre de la humanidad.

Pido perdón a todos aquellos que esperaban con ilusión mi actuación en el Festival de hoy. Deciros a todos que mi decisión no va en absoluto contra vosotros –por si no ha quedado ya lo suficientemente claro. La verdad es que ni siquiera os pido que lo comprendáis; en todo caso, solo os pido que lo respetéis. Al fin y al cabo, esto no se trata de una rabieta ni de un capricho de niño pequeño. Sean, al menos, tan conscientes como lo soy yo, de que todo esto acarreará consecuencias muy negativas para mí, tanto en lo personal como en lo profesional. Con este pequeño gesto –pues a fin y al cabo es un gesto, y además muy pequeñito- acabo de perder contratos millonarios, y probablemente también me haya labrado automáticamente infinidad de enemigos… y todos ellos tremendamente poderosos ¡Pero joder!, tenía que hacerlo… Solo sé que tenía que hacerlo. Personalmente, prefiero morir mil veces siendo un pobre desgraciado que vivir cargando con este peso sobre mi conciencia. Sé que no podía contribuir con esta farsa, que no podía mirar para otro lado sabiendo todo lo que ocurre aquí, a escasos ochenta kilómetros del lugar en el que ahora me encuentro, mientras todo el mundo festeja en un ambiente de alegría y regocijo…

Pero como bien dice la canción: «La venda ya cayó». 

Y ni pienso llevarla yo, ni voy a hacer lo más mínimo porque los demás la lleven puesta. Se trata de ser consecuente, nada más.

Un cordial saludo para todos, y reitero nuevamente mis más sinceras disculpas para todos aquellos que se hayan podido sentir ofendidos o desilusionados por mi decisión.

 

Firmado: un humilde usurpador de identidades de concursantes de festivales ignorantes o vendidos.

 


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