Más Madrid, menos Podemos y un sacrificio necesario

Si algo hemos podido aprender de las recientes elecciones generales y municipales, es que ya no queda ilusión en el voto. La democracia, más que como una fiesta, se presenta hoy como una amenaza que abre las puertas a los diferentes monstruos; y en consecuencia, la movilización popular se reduce a evitar que esos monstruos lleguen a tocar poder.

Porque actualmente, más que votar a un partido, se vota precisamente para que un partido no salga. El voto es propiedad casi exclusiva del miedo; de un miedo que oscila y que cambia fácilmente de manos, mientras que las estrategias político-mediáticas reaccionan, aprenden bien las lecciones –o de las hostias- y se limitan casi únicamente al sencillo papel del copia-pega.

Paralelamente a esto, no hay que olvidar que el coste o desgaste de prometer la utopía es tremendamente alto, sobre todo frente a aquellos que ya viven su propia utopía –y que no dudarán en vendernos este fracaso como el resultado lógico de una imposibilidad de base. Porque no nos engañemos: en lo que a la derecha respecta –y descontando la colaboración inestimable de los obreros alienados-, uno se mueve precisamente para permanecer quieto.

Y los datos, como siempre, están dispuestos a corroborarlo.

El papel de las encuestas y la gran torpeza del “amado líder”

En lo que a las elecciones municipales y autonómicas se refiere, y más concretamente en lo tocante a la Comunidad de Madrid, las diferentes encuestas pre-electorales pintaban –por unanimidad- un panorama extraordinario para «la izquierda”. Periódicos conservadores de la talla de El Mundo se subían también a este enrojecido carro con sus sondeos propios –chocando frontalmente con las previsiones que se señalaban hace no tanto con respecto a las elecciones generales, cuando la generosidad tendía más bien la mano a la extrema derecha.

Esto se decía…

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… Y esto pasó

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Y claro, una vez comprobada la gran eficacia de los llamamientos al voto por «reacción» –gracias, entre otras cosas, al papel inestimable de los titulares y de los sondeos-, quizás quisieron rebañar hasta el último voto posible para la derecha –utilizando esta misma técnica para alcanzar la siguiente victoria…

Este tipo de titulares se sucedían…

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… Y efectivamente, lo consiguieron:

«Desmovilización de los barrios humildes: mientras la participación aumentó en los distritos históricamente más conservadores, como Chamartín, Salamanca o Fuencarral, en los más humildes, donde Carmena fraguó su éxito en 2015, se resintió bastante: Carabanchel, Ciudad Lineal, Latina, Moratalaz, Puente de Vallecas, San Blas, Tetuán, Usera, Vicálvaro, Villa de Vallecas y Villaverde, además del popular Chamberí. La abstención se hizo notar más en Carabanchel (pasó del 35,93 al 38,64%), Latina (del 31,42% al 33,33%), Puente de Vallecas (del 36,68 al 41%) y Villa de Vallecas (del 31,67 al 34,91%).»

El Mundo

Parece que tanto triunfalismo sobre el papel escondía una evidente estrategia política que llenó de euforia a los líderes de izquierda, desmovilizó a sus votantes y potenció –aún más si cabe- la fiel comunión de las urnas para las clases más adineradas. Y declaraciones como las de Pablo Iglesias, pidiendo el voto para Sánchez Mato porque Carmena iba a salir igual, ayudaron sin duda alguna a que todo esto pasara como pasó (total, ¿para qué ir a votar? ¡Si Manuela va a ganar las elecciones casi por efecto esporádico!). Gracias mil, mi “amado líder”. Lo digo con ironía, y también un poco sin ironía.

¿Dónde queda la izquierda ahora? Un fracaso que alumbra

Se ha podido comprobar, por tanto, que la única apelación efectiva a las urnas a día de hoy es la que se corresponde con el voto por reacción; es decir: el único voto masivo posible es el voto del miedo. Ya sea el miedo de siempre de los ricachones que se creen los dueños de bandera y patria, temerosos de perder su posición de privilegio; o el miedo cansino de los que, por tener tan poco, creen que España es como el propio cuerpo, y sienten su posible fractura como una dolorosa amputación; o este miedo de ahora al retorno de un neofranquismo rancio y casposo, en la boca de tanto energúmeno ultra que hoy se presenta desbocado y sin bozal…

Pero vayamos ahora a lo tocante al terreno de juego “progresista”, en el que no podemos olvidarnos de esta extraordinaria paradoja: existe un rechazo –en ocasiones visceral- hacia la figura de Pablo Iglesias en concreto, y un desmarque en general hacia la izquierda –en cuanto ideología política como tal. No obstante, todo ello convive con una altísima estima hacia la alcaldesa Manuela Carmena. A mí me han llegado a decir –literal-: «No soy de izquierdas, pero Carmena es la mejor alcaldesa que hemos tenido en Madrid», y esto otro –atención a esto-: «En Madrid votaré a Carmena, pero para España estoy dudando entre Ciudadanos y Vox». Como diría Iker Jiménez: “Escalofriante, Carmen”. O mejor y más al hilo: “Escalofriante, Carmena”. La Nave del Misterio tiene mucho trabajo pendiente…

Pero pensar que todo esto habría podido pasar por alto para el sesudo buró podemita, compuesto como es sabido de reputados estudiosos de la ciencia política, constituye una ligereza más propia de la inocencia estúpida de Pocoyó. Las preguntas que hay (o había) que hacerse son (o eran) básicamente dos: «¿Cuál es el peso específico de las siglas y de la historia?», y «¿Qué tiene más importancia hoy: las ideas, o las personas?» Y vale que hasta el momento existían claros indicios que inclinaban la balanza claramente hacia la desideologización total y la personificación excesiva… pero claro: no existe estudio sociológico que se precie más –al menos para los sociólogos, los politólogos y el resto de –ólogos– que los datos arrojados por una situación real y medible. En consecuencia, quizás la apuesta pasaba por lanzar un globo-sonda. Y este globo-sonda se llamaba Más Madrid (sin olvidarnos, claro, del apéndice-IU, hoy la UPyD de la izquierda, cuyo batacazo ha sido tan estrepitoso como esperable, pese a quien pese).

Sin embargo, un experimento de semejantes características precisaba de su propia entidad, lugar y peso específico; de ahí que haya habido –o quizás se haya escenificado- una especie de separación total entre Iglesias y Errejón, ¿pero qué significaba dicha separación sino una mera reproducción asexuada? Como la estrella de mar que se divide en una copia idéntica de sí misma, Más Madrid es en esencia Podemos con otro nombre. Con otros nombres, de hecho. Y con otros talantes también. No obstante, si algo habían demostrado los recientes comicios andaluces, es que la división del voto dentro de una misma clase o facción no era necesariamente un tiro en el propio pie. Y aunque el riesgo era evidente –y por supuesto, lo sabían-, en todo caso –o en el peor de ellos, como así ha sido-, y por más que la mentalidad política de la inmediatez a la que nos tienen acostumbrados digiera esto como un cruasán en el estómago de un celiaco, desde el partido morado parecen haber estado firmemente predispuestos a sacrificar Madrid con tal de que este sondeo les fuera útil para marcar el camino del mañana. El objetivo sigue siendo el mismo: conquistar el cielo por asalto. Lo que no estaba muy claro aún, era la fórmula ideal para hacerlo…

Resultados de las elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid:

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Conclusión: Mas Madrid, 20 concejales. Unidas Podemos, 7.

Así pues, se ve que el pueblo prefiere una izquierda sin dientes, amable y conciliadora, con todas las contradicciones inherentes que ello implica. De esta manera Podemos morirá siendo un Ave Fénix derretido en el fuego de la hoguera de sus inútiles círculos, para intentar renacer de nuevo en “la centralidad del tablero” que hace ya tanto tiempo que le arrebataron, pero esta vez sin demasiados olores a izquierda y puede que con un nuevo bocachanclas de líder, que, quizás ahora encorbatado, guíe al rebaño trasversalmente hacia un nuevo fracaso… O no. No en vano, lo más importante ahora –recuerden- es no dar miedo a los votantes –ahora que el voto reside y se fundamenta precisamente en el propio miedo.

Pero ahora que el camino parece estar ya marcado para el futuro, convendría no obstante andarse con mucho ojo: pues mucha fe habría que tenerle a este partido para esperar que, de la sustitución de las ideas por una Agencia de Publicidad, pudiera salir algo bueno para los votantes, y no solamente para los votados. Y no lo digo precisamente porque crea que haya que agarrarse ciegamente a los símbolos del pasado, sino porque comportarte como «ellos» te acaba haciendo, tarde o temprano, pensar como piensan ellos. Y si la reformulación de la izquierda termina siendo el primer paso hacia su disolución total, al final el asalto a los cielos acabará por dejarlo tal y como estaba. Entonces Podemos será solamente Pudieron. En tercera persona, pero jamás en primera.

Claro que, pensándolo bien, todo esto puede ser sencillamente un sueño de Resines, que los haya sobreestimado y que sean todos tan idiotas como cada uno de sus predecesores. Ya lo dijeron los Monty Python.


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