Era de noche cuando el Gran Juglar Cuenta-cuentos visitaba nuestros reinos ya transformados en camas. Contaba historias encadenadas, que nunca tenían final: los pulpos eran mofetas y los superhéroes llevaban trompetas; así peleaban ellos, con su música, contra el mal. Lo que es a nosotros, llevábamos la risa puesta: el Gran Juglar Cuenta-cuentos arrancaba las carcajadas como un jornalero en el campo de la alegría.
Y así nos marchábamos, volando, flotando en un barquito caletero alado hacia un lugar hermoso y colorido en el que nada importaba más que aquel cuento no acabara nunca. Siempre quedaba la promesa del episodio siguiente; que si no quedaba, él no se iba: sus hijos no le dejamos. Esa era nuestra condición, capricho de príncipes herederos, deseos convertidos en orden para un dios siervo de su creación.
El Gran Juglar Cuenta-cuentos bien sabe que una sonrisa antes de dormir previene de todas las pesadillas, y es por eso que la estampaba suavemente en el alma de sus dos hijitos pequeños, para después, tras subirnos la manta hasta el cuello, con un beso y Hasta mañana, poder retirarse a sus aposentos, a prepararse una nueva trama…
O eso pensábamos nosotros, pero no todo era tan sencillo.
Tan rendido estaba a esas horas el Gran Juglar Cuenta-cuentos, que acto seguido se dejaba apoderar suavemente por el sueño; pues solo así podría salir de nuevo a la caza del ansiado sueldo que acallara el hambre de todos los gastos, cuando, de madrugada, sonara de nuevo la alarma de cada día, y de su cuello una negra corbata, para aplacar los bostezos, bailara de resignación. Y es que, aunque él tuviera dos príncipes herederos, nunca fue un rey…
Excepto para su casa: escueto castillo errante entre tanta y tanta mudanza; patriarca de un reinado eterno, su corazón se daba sin más.
Sé que todos creen haber tenido al mejor padre del Universo; pero yo lo tengo de veras ¿O quién en pleno siglo XXI puede presumir de tener de padre a un juglar, y con las llaves de su alegría? Ríete tú de Netflix…
Él lleva varios años repitiendo eso de que ha llegado al ecuador de su vida cuando, como hoy, atraca un nuevo cumpleaños. No se ha enterado todavía de que se ha vuelto ya inmortal.
a mi padre, juglar de mi vida, admirado currante, ser humano calvo, rey prejubilado al fin