Que tal si imaginas un mundo sin tanto asfalto, humo y hormigón, en el que se prescinda de la obligación de pagar de por vida por el crudo y la hipoteca;

un mundo en el que la tierra no estuviese dividida por líneas imaginarias trazadas sobre papel, y en el que «progreso» no fuera estar rodeados cada vez de más pantallas, sino la erradicación de las enfermedades que acaban con tantas vidas humanas;

un mundo en el que nadie fuera más que nadie por su mera condición social, cultural, sexual o familiar, en el que nadie se creyese con derecho a imponer su voluntad sobre los otros, en el que la avaricia de unos pocos −que significa el sufrimiento de tantos− dejase al fin de existir;

un mundo que no educara para memorizar, sino para pensar, y en el que no se considerase que la sabiduría se encuentra encerrada entre cuatro paredes, sino en la tierra y en los mayores que vivieron más cerca de ella.

19 de diciembre de 2012 a las 16:40