«Son tiempos llenos de preocupaciones y de ironías. El “pin neandertal” que se ha sacado de la manga la extrema derecha y con el que han conseguido drogar, de nuevo, a la derecha moderada, se ha convertido en el tema de conversación y portada de toda la prensa española. Que los padres puedan decidir qué materias morales se deben impartir a sus hijos es un mensaje tan sencillo como tramposo. Los mismos que piden clase de constitucionalismo, o que segregan en sus colegios a niños de niñas, o que entregan a sus hijos a las sotanas para que los engañen sobre la naturaleza de la ciencia, dicen ahora que no quieren que se forme ideológicamente a sus hijos. No dicen, claro, que las clases a las que se oponen están relacionadas con la tolerancia, con el respeto a los demás, con el respeto a la diversidad de las identidades sexuales… en fin, con valores constitucionales que, una vez más, atacan los falsos constitucionalistas.
Estos días las redes sociales analizan la medida con ironía. Aceptar que los padres puedan meter mano en las clases de sus hijos nos puede dejar todo tipo de situaciones ridículas: “Los padres positivos empezarán a reclamar que sus hijos no deben aprender a restar” dicen, por ejemplo, en Twitter. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que los padres querían mejorar la vida de sus hijos con respecto a la que ellos mismos habían tenido!
Lo primero que nos dicen los expertos es que no hablemos de pin parental: es censura parental en todo caso. Aunque nosotros preferimos denominarlo como “el pin neandertal”, porque nos parece que recoge mucho mejor el espíritu (no hay más que ver el perfil de quienes están defendiéndolo ciegamente).
La ultra-caverna ha conseguido, en todo caso, lo que pretende: provocar, otra vez, a la izquierda y abrir un debate que, aunque se resolverá por la vía legal (como ya ha ocurrido en otras ocasiones), ya ha dejado la más rancia impronta en su camino.»
La cafetera, Fernando Berlín
Algunas paradojas que me plantea el pin parental
Uno de los argumentos esgrimidos en favor del pin parental (y otros vómitos de bilis semejantes) es que los padres tienen derecho a enseñar a sus hijos lo que, para ellos, es una familia natural. Es decir, aquella que Dios supuestamente señaló en las sagradas escrituras. Para todos ellos, que en los colegios se den, por ejemplo, charlas sobre diversidad sexual constituye un adoctrinamiento de libro, el cual incita a sus hijos hacia la corrupción moral y los invita a ser homosexuales (aunque en sus cabezas resuene más la palabra “maricones de mierda”). Y una vez dicho esto…
Este titular suscita varias preguntas:
Si Dios creó a estos animales, significa que también creó esa homosexualidad que ahora tanto se combate desde la Iglesia. ¿Está entonces Dios en contra de Dios?
Por otra parte, ¿puede ser inmoral una conducta observada en la naturaleza, o es más bien amoral?
Y en todo caso, ¿quién adoctrinó a estos pingüinos? ¿Fue Celáa?
Estos dos titulares reflejan hasta qué punto se extiende la paranoia de este tipo de personas. Y es que, si los niños fueran tan vulnerables a los productos culturales como dicen, ¿por qué no se dedican a asesinarse unos a otros? La violencia está presente en la inmensa mayoría de los dibujos, películas y videojuegos que los niños (también los ultracatólicos) «disfrutan» cada día.
-“¡Papi, llévame a ver Los Vengadores al cine!”
-Padre ultracatólico: «Ok»
-“¡Papi, cómprame el GTA por mi cumple!”
-Padre ultracatólico: «Ok»
Y aquí tenemos al niño, robando en sus ratos libres una furgoneta tras haber asesinado a una prostituta mientras que su padre está súper preocupado por la nociva influencia que ejercerá sobre su vulnerable retoño una supuesta Frozen lesbiana o la charla de mañana en su colegio, en la que se le explicará que un hombre puede casarse con otro hombre sin tener que arder por ello en el fuego eterno del infierno… ¡Que no se diga que estos padres no se preocupan por sus vástagos, hostia!
Khalil, dilo tú, anda, que a mí me da la risa…