-Señor, quiero volver a volar
-De eso nada: debes quedarte en casa. Y esa es una misión especial, solo apta para alguien tan excelente como tú. ¿Podrás hacerlo?
-¡Sí, mi señor!
El pájaro mira la cerradura de reojo; puede abrir las rejas, pero no lo hace. Bate las alas entre las cuatro paredes y sus plumas se acumulan formando una almohada en el suelo. La carne rosa, seca como el ojo de un tuerto, comienza a insinuarse claramente entre un plumaje en plena retirada. Anhela surcar los cielos, perseguir estrellas; pero el deber supera al estrés:
“El que algo quiere, algo le cuesta”. “No habrá esfuerzo sin recompensa”…
El pájaro pone la tele, se conecta a las redes, su cerebro absorbe:
“El castigo es por tu bien. Confía en tu dueño. Obedece. Sé la pulsera en el tobillo de los demás presos que levantan el arresto domiciliario el tiempo de fumarse un pitillo. Desde el balcón de tu casa, exige unas penas más altas. Y, sobre todo, teme. Teme. ¡Teme! Tenle miedo al virus invisible, al vecino sospechoso, al picolo con libreta, a tus manos sin jabón. Hashtag yomequedoencasa: ya puedes temblar de alegría. El señor levantará el veto
Algún día… algún día.”
El pájaro es ahora Batman, Superman o el puto superhéroe que quiera; mas cuando todo esto acabe, que no espere ninguna medalla: ahí es cuando le pedirán ser un héroe de verdad.
(Tan solo espero que su heroicidad no consista entonces en cagarse de hambre; no en vano, tendrá que echar a volar con sus alas en carne viva)
*[Sostente, salva a tu gente, sálvate de esta muerte insaciable, ¿oyes los sables? Están fileteando tu mente…
Llegó la hora de sacrificarte como tu Cristo].*