[Diario de un confinamiento] Las pizzas de Ayuso o la utopía del brócoli

El espeso bolo alimenticio de una de las pizzas de Ayuso me ha hecho cagar una compacta metáfora. Recuerdo ahora a las ultraveganas feminazis que abanderaban lo de que los huevos pertenecen a sus gallinas madres (algo que casi nadie les concedió). Los niños, que sí pertenecen a sus padres (“pines” aparte) se alimentan con menús de Telepizza en la Comunidad de Madrid mientras que dure la pandemia. Por obra y gracia, por supuesto, de su san(t)ísima presidenta. He aquí las dos posturas contrapuestas que alumbrarán la extraordinaria tesis que yo sostengo. Atentas.

¿Qué hicieron les veganes? Sacaron a la palestra una realidad incómoda que no todo el mundo está dispuesto a reconocer ni preparado para asumir: que esclavizamos a otras especies y nos nutrimos de sus cadáveres cuando podríamos perfectamente no hacerlo. En el lado opuesto del río, Ayuso ha sido mucho más pragmática: sabe que a todo el mundo le gustan las pizzas y las coca-colas (aunque los nutricionistas lloren en la teoría y se lucren en la práctica), así que llega a un acuerdo con una gran multinacional para alimentar a los niños pobres con comida basura. ¿Que por qué solo a los pobres? Porque los ricos y sus familiares bien podrán alimentarse de pizzas, hamburguesas, caviar o centollos frescos. Ellos sí son libres de elegir.

En resumen, las primeras elevan la ÉTICA a los ininteligibles techos del cielo mientras que la presidenta madrileña la hace una bolita y se la mete por el culito. Y así, sin saberlo, nos hemos topado de nuevo con la dicotomía izquierda-derecha; pues mientras que las sesudas zurdas nos atizan con sus ideas revolucionarias y nos pretenden imponer lo que es mejor para todos (por más impopular que «lo que es mejor» sea), las diestras políticas nos ofrecen atractivos manjares a pesar de que estos sean objetivamente malos a largo plazo. En definitiva: la derecha es una grasienta pero sabrosa hamburguesa del Burguer y la izquierda un plato de brócolis con acelgas. Tan sanísimo como insípido. Poco apetecible y todavía menos competitivo.

Y a ti cómo se te conquista ¿por el estómago o por la razón? Parece que el paladar es un instrumento de valoración mucho más inmediato. La derecha se dedica a fomentarlo, azuzando los embrutecidos instintos primarios de la gente frente a cualquier intento de elevación. No vaya a ser que nos transformemos en algo más que meros robots biológicos… Eso complicaría demasiado las cosas.

Así pues, el panorama se reduce a esto: ¿crees que la gente prefiere utopías, o diabetes tipo 2? En efecto: estamos perdidos. ¡Que las papilas gustativas tomen el control mientras nos ponemos piedrecitas en los ojos y se nos obstruyen poco a poco las arterias!

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