Su látigo sonoro me revienta las legañas. Acto seguido, soy preso de sus ansias. Otros como yo consideran sagrado cada acto, cada suspiro, cada bocanada que ha de servirse como tributo al Gran Aparato. Incendios imaginarios prenden nuestras almas mientras los pájaros juegan entre las ramas de los árboles.
Los segundos corroen cada palmo de tu cuerpo esclavo, rigen las horas que firmaste libremente coaccionado. El diablo ostenta ya tu alma en su contrato: Enhorabuena, formas parte de este infierno, ya eres miembro, ya puedes vivir entre las llamas del mundo
siendo
ceniza
que
se
cree
fuego.