Con tus ojitos de ángel, viniste a traerme la guerra. Y yo, como diablo rebelde de Dios y su Ley, soy pacifista en mi indiferente y solitario mar en calma, muy lejos de los aplausos y de las palmadas en la espalda de otros creyentes.
No libraré la batalla de tus entrañas, porque esa es tuya solamente. Prefiero seguir mi camino, de la mano del horizonte y su repleto vacío color miel;
ese color que me recuerda
tanto
a tus ojos
que vinieron
como ya dije
a traerme
la Guerra
Santa.