Aquel pingüino era esbelto, pero se parecía demasiado a los chistes. Se tambaleaba con torpeza de un lado para otro de su glaciar, en busca de una sola cosa: el amor. Y es que estaba verdaderamente obsesionado con ello, a pesar de haberlo ya vivido y gozado intensamente antes. Él creía NECESITAR de su fuente una vez más, beber el cálido y refrescante néctar de alguna otra figura blanquinegra capaz de otorgarle un nuevo sabor al éxtasis –se supone que los pingüinos son amantes monógamos… pero su naturaleza, inevitablemente, rugía. Leer Más

Trópico de Cáncer, de Henry Miller
Como a la noche cantan los grillos y a la mañana los gallos, a las cuatro de la tarde sale la gente a andar. No van a ninguna parte: van, pero sin ir. Caminan en círculos, sin sentido. O sin más sentido que aliviar la mala conciencia de un cuerpo demasiado oprimido por la grasa y el colesterol. Leer Más