Yo no andaba bien, pero no era consciente; era mamá quien por aquel entonces se ocupaba de todo. No sé si son recuerdos reales o la creación de mi propia mente al enfrentarse a un relato que no recuerda, pero me veo tumbado en una cama grande dentro de una habitación pequeña, en una casa pequeña que subía las escaleras de una playa. Estoy envuelto por una manta peluda y en los brazos de ella. Siento su calor, su mano acariciar mi frente, y estoy a gusto pero no del todo; algo me lo impide desde dentro. Hacía tiempo que mis pulmones aspiraban a la mitad o menos. Yo no la vi, pero mamá lloraba.
-mamá, ¿por qué me cantan las gaviotas?
-no son gaviotas, hijo. Es tu respiración
Una madre te da la vida una vez, pero estaría dispuesta a darte más vidas de las que tiene un gato. No sé si fue entonces cuando mamá prometió a un dios o a sí misma no volver a probar el jamón, que ella tanto disfrutaba, a cambio de que yo me salvara…