La belleza del mundo, relativa. El sol puede calentar o arder. La luna puede bostezar o helar. Una sonrisa denota tanto deseo como desprecio o capricho. ¿Y cuál es el precio de un instante? En un vuelco de los acontecimientos los segundos se vuelven siglos, los ministros se vuelven parias, las ganas se vuelven de cera, la pena se enquista o se emborracha, o se muere, o se retroalimenta. La vida, tan relativa como el mundo, respira o calla, llora o ríe en torno a los pequeños detalles. Su magia queda aparte, rechina en la retaguardia, aguarda a la espera de mostrarse dentro de un mundo inmisericorde de miseria cíclica. No estamos aquí para ganar ni perder. Aquí sólo se vive vida. Eso, y sólo eso. Eso es lo único importante.