Para ti es estrecho, comprimido, asfixiante, atosigante, estresante, claustrofóbico. No es más que el obstáculo que separa tu anhelo de su satisfacción, la ansiedad de sus segundos punzantes sobre tu impaciencia, la muerte que se te tropieza, y husmea, y amenaza la vida que crees merecerte desde ya.
Para mí es dilatado, amplio y profundo. Me gusta merodearlo, tratar de descubrir todo lo que esconde, con calma, con tranquilidad. Una vez he acabado, me paro a meditar sobre lo que he visto, como si sus horas nunca fueran a acabarse, tan equivocado como los dioses que aún no saben que no existen.
Venías tan rápido y yo tan lento que chocamos frontalmente en ese punto en el que espacio y tiempo colisionan. Mi volantazo no sirvió de nada; el tuyo, además, te hizo dar mil vueltas de campana sobre el caliente asfalto.
En medio de la carretera, separados ya por un abismo de kilómetros, nuestros respectivos coches arden.