A la Deriva

Soy ese que pasa el balón antes de lanzar al aro,
El que huye del amigo que mañana será enemigo,
El que se hunde en el mutismo hasta que se le abren los poros de la párpados,
El que nunca quiso dejarse ver, ni jugar al fútbol.
Soy el que se perdió en las pantallas antes de siquiera verlas,
El que siente escalofrios cuando toca algo bonito,
El que ríe a costa de todos y no acepta ser motivo de burla,
Ese débil que aspira a dictarte, aun en su débil conducta.
Soy la muerte disfrazada de vida,
Soy la vida engañando a la muerte,
La incomprensible presión de la conexión forzosa,
La incompatible norma de una sociedad imposible.
Soy la diferencia, la inseguridad, la compasión, la locura,
Soy la huída, la cobardía, la desobediencia obediente,
El adiós dentro del hola, la ausencia y también la gente,
La espuma, la pasión y la cresta de la ola.
Llanto y risa, mal y bien,
Y la espesura de las circunstancias. Leer Más


Antiespaña, yo

España, embrutecida patria de paletos sin cerebro con acceso a información.

España, país de ciegos, de odiadores de profesión.

España, pantalón de pana, piedra en el riñón, nudo en la garganta, sarro entre los dientes,

Y esa gente que aplaude al otro lado del cristal tintado de un coche oficial que avanza con su dinero. Leer Más



Los diplodocus de la bahía

¡Persistan los diplodocus de la bahía,

Piernas de bailarinas de compañía!

En vuestro corazón late Cádiz.

 

En latidos que aun invisibles se sienten,

Pero ellos son ya insensibles;

Indispensables aun ignorados latidos;

¡Más para allá de sus ombligos: ignorantes!

 

Que ellos, jubiletas, burgueses, observan

Desde sus altares, empastillados y ególatras,

Tras las pantallas del infinito cuento.

Pero aunque os miren, nunca vieron.

 

¡Despierten, invidentes de alma

Y de una vez, asúmanlo!

Que las arterias, las venas y el corazón

Tienen en Cádiz un solo nombre,

Y es de Astillero trabajador.

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La libertad, volar

La libertad, boca mayor de las necesidades,

Es sentirse liberado dentro de esta cárcel

De carencias.

Cuando el corazón más fuerte late, vuelas

Encerrado, lejos de las paredes. Quema

Cuando el olor de su sudor sabe ponerte

Cachondo. Es amor; eso te lo dice el fuego.

Pero el fuego lo devora todo; y una vez es devorado

El corazón, por su naturaleza,

Tan solo queda el color gris

De las cenizas: Realidad.

Rejas. Son solo rejas con las que nacemos.

Y las rejas que nos ponen.

Por los demás, las que nos ponemos.

Quizás yo no necesite volar…

Pero necesito saber* que puedo.

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Vivir la vida, disfrutar el azar

La belleza del mundo, relativa. El sol puede calentar o arder. La luna puede bostezar o helar. Una sonrisa denota tanto deseo como desprecio o capricho. ¿Y cuál es el precio de un instante? En un vuelco de los acontecimientos los segundos se vuelven siglos, los ministros se vuelven parias, las ganas se vuelven de cera, la pena se enquista o se emborracha, o se muere, o se retroalimenta. La vida, tan relativa como el mundo, respira o calla, llora o ríe en torno a los pequeños detalles. Su magia queda aparte, rechina en la retaguardia, aguarda a la espera de mostrarse dentro de un mundo inmisericorde de miseria cíclica. No estamos aquí para ganar ni perder. Aquí sólo se vive vida. Eso, y sólo eso. Eso es lo único importante.