[Diario de un confinamiento] Las pizzas de Ayuso o la utopía del brócoli

El espeso bolo alimenticio de una de las pizzas de Ayuso me ha hecho cagar una compacta metáfora. Recuerdo ahora a las ultraveganas feminazis que abanderaban lo de que los huevos pertenecen a sus gallinas madres (algo que casi nadie les concedió). Los niños, que sí pertenecen a sus padres (“pines” aparte) se alimentan con menús de Telepizza en la Comunidad de Madrid mientras que dure la pandemia. Por obra y gracia, por supuesto, de su san(t)ísima presidenta. He aquí las dos posturas contrapuestas que alumbrarán la extraordinaria tesis que yo sostengo. Atentas. Leer Más




[Diario de un confinamiento] El profeta

¡Silencio! Que habla el profeta. Y otra vez nos dice que nadie debe entrometerse en el libre baile del sacrosanto mercado. Que si las mascarillas están caras, es solo porque así lo quiso la providencia de su mano invisible, la cual se encarga de darle a cada cual lo que efectivamente se merece. Así, el fiel que se haya esforzado lo suficiente para tener mucho dinero no tendrá problemas en comprar mascarillas para sus gatos, mientras que los vagos e infieles que no lo hicieron deberán elegir entre comprar mascarillas o comer. Que el totalitario y apóstata Estado no debe fijar un precio máximo de un euro para este producto que apenas costaba un puñado de céntimos hace cuatro o cinco meses, ya que eso generará un desabastecimiento bolivariano y una pérdida importante de beneficios para unos pastores ya desangrados por los impuestos. “¿Pero cómo van a tener los incapaces derecho a quitarle las mascarillas a los más válidos?”, proclama veladamente este honorable profeta. Que eso es antieconómico, y que las mascarillas deben permanecer en los estantes esperando a que la selección natural haga el resto del trabajo divino. Que el hombre no debe usurpar la obra de Dios y que para los pobres, ya está Cáritas. Palabra del señor (te adoramos, óyenos).


[Diario de un confinamiento] Los ojos son el espejo del alma

Un sinfín de confinados ojos aglomerados tras las ventanas se funden con los cristales y maldicen su mala suerte. Ya quisieran tener un balcón desde donde poder contemplar el retorno de la alegría de estar vivos a la ciudad, tras una cuaresma de quieto silencio y perros. Sin duda que la ocasión lo merece, hoy no hay más tele que la calle, aquella efervescencia infantil que demuestra que los niños no se han olvidado de serlo; aunque las mascarillas amordacen el recuerdo de cuando podían escupir libremente entre las rendijas. Ni ellos, ni tampoco sus padres, parecen tener consciencia de sus ojipláticos espectadores; quizás tampoco les importe demasiado haberse convertido en los protagonistas de un espectáculo extraño; porque lo que extraña es precisamente la normalidad. Una normalidad anormal. Aunque ya no se sabe de qué lado queda la anomalía, ya que los ojos no miran por disfrutar la prometida cabalgata; al contrario, se contaminan con ella, enrojecen de pura cólera. ¡Puto gobierno! Panda de rojos… Leer Más


[Diario de un confinamiento] La realidad en otra parte

Infructuoso es el intento de abrillantar una sombra a besos, cuando los labios están secos como la piel de la luna. Brillan sin embargo las sombras bajo los pies del camaleón y en la silueta de la cigüeña, la del gran torreón del abeto y la del fragor de la batalla del amor a oscuras. Humaredas de un silencio irrestricto dominan más allá de lo invisible, donde las cosas no ocurren no por ser perezosas, sino porque la naturaleza puede explayarse allí, a gusto, sin que le diga nadie. Pocas lecciones podemos darle a la esencia de la vida que se manifiesta de una manera u otra, por más cadenas que inventen. Nada pueden contra el grito del alma que anhela un momento de tranquilidad frente a si misma; y así poder mirarse a los ojos, solo eso, en silencio, sin decirse nada, ¿para qué? Las palabras involucionarán algún día hasta llegar al primer gruñido de piedra; entonces, el ruido dejará de buscar artificios para mostrarse: que no hay en el ser mayor belleza que ser. Absurdo es pedirle explicaciones a la luz que no responde, sino canta; que canta tan solo porque cantar es lo que hace, haciendo danzar a los ojos con su iluminado ritmo. Soltemos la cólera, cortemos las redes de esta telaraña opaca y densa que tanto nos asfixia el alma con tanto excremento inútil. Que no te engañen sus luces artificiales y eléctricas: dentro se esconde el pozo más ponzoñoso y oscuro. Despeja la X del expediente, que la verdad está ahí fuera. La realidad en otra parte. Por más que te la prohíban.


[Diario de un confinamiento] Camus no aplaudiría a las 20:00

-Yo tengo mi plan de organización para lograr unas agrupaciones sanitarias de voluntarios. Autoríceme usted a ocuparme de ello y dejemos a un lado la administración oficial. Yo tengo amigos por todas partes y ellos formarán el primer núcleo. Naturalmente, yo participaré.

-Vamos, Tarrou, ¿qué es lo que le impulsa a usted a ocuparse de esto?

-No sé. Mi moral, probablemente.

-¿Cuál?

-La comprensión, doctor.

Desde el día siguiente, Tarrou se puso al trabajo y reunió un primer equipo al que debían seguir otros.
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La manifestación de Schrödinger: un estudio completo

Si a Newton le bastó una manzana para descubrir la gravedad, Schrödinger nos montó uno de los rompecabezas más célebres de la ciencia tan solo con un gato, una caja y una partícula radiactiva. Su experimento -100 % teórico, para no ofender a animalistas- consistía en introducir al gato en una caja sellada herméticamente. La partícula radiactiva que citábamos antes cuenta, exactamente, con un 50 % de posibilidades de desintegrarse, en cuyo caso resultaría letal para el animal; de manera que, hasta que un observador no abra la caja y “contamine” el experimento con su mirada, el felino se encontrará vivo y muerto al mismo tiempo. Un tanto complejo de digerir, ¿verdad? No culpes de ello al autor, sino a la física cuántica. Leer Más