MƏTHAMÖRPH

LA METAMORFOSIS

 

No sé cuándo fue ni por qué, sólo sé que sucedió así; que por querer tanto a la vida la idealicé, y comencé a huir de ella; pues sólo en la mentira de mi mente cumplía mis expectativas.

¡Que la maté! Cierto es; pero que la maté de tanto amarla. Y al matarla, yo me perdí; perdí mi vida con ella.

Amé, maté y morí, todo a la vez, sumida en un sinvivir, siendo la víctima de un suicido involuntario; ¡Qué poca idea de vivir! Ya sea consecuente o inconsciente, mi tributo fue entonces pagado. Ya lo creo que lo fue.

Hubo un tiempo en el que otros como yo me saludaban con su movimiento ondulado y gracioso mientras acariciaban las ramas y las cortezas de la vida, y me llenaban el alma de gozo y alegría sólo de verlos así, surcando de cerca mis movimientos… pero ya no más. Pasado un tiempo ya no me alegraban, ya no sabían, no podían; me entristecían, de hecho.

Poco a poco perdieron su fuerza, su sano poder sobre mí.

Sus danzas, el viento y la tierra me fatigaban, se me quedaban cortos, no me daban lo que yo quería; eran sólo polvo estéril.

Y fui lentamente apartándome de mis semejantes, y a su lado caminaba el mundo que de mí se alejaba poco a poco. Yo ya no sabía cómo llenar mis horas de una auténtica y verdadera paz: el mundo entero me era una guerra

Todo me agredía, aun sin cruzarme con ello, aun sin mediar relación, sólo por el hecho de estar y de ser,

y el silencio y la soledad, sin un contrario que exista, ya no vuelven a ser jamás tranquilidad; que son sólo un aislamiento fatal y forzoso, una parálisis, prisión y derrota.

Y en esa jaula de silencio yo vivo desde hace tiempo. Y si es que a esto se le puede llamar vivir ¿Queréis saber cómo llegué hasta aquí? Bien; Os contaré mi historia


 

Fase 1°: La Transførmación

Recuerdo cuando era oruga. Tiempos felices aquellos; o al menos, más felices que hoy.

caterpillar-562104_960_720.jpgUn inmenso paraíso de miles de colores y aromas me abrazaba rodeándome como testigo. Alcanzaba a tantas hojas verdes como mi estómago pudiera requerir a los árboles, y sin causar demasiados estragos a los inabarcables brazos que las proveen, esos gigantescos protectores de las malas bestias aladas. Leves humedades soplaban, guiadas por la luz del sol hacia una lona oscura que las enfurecía con una luna coronada, reina redonda del frío; y sin embargo, esa nueva brisa agitada en la noche me era también sumamente agradable, pues me ayudaba a cerrar mis ojos y a vertebrar el descanso a mi cuerpo sin vértebras. Mis sentidos disfrutaban cada milímetro de todo aquello que me rodeaba, el mundo me seducía delatándome: me declaraba una perfecta parte de todo un sistema de cosas que yo también era. Todos mis apetitos quedaban saciados, todos; excepto uno: mi ansia secreta de seducir y volar, siendo ligera, como las flores. Y ese deseo comenzaba a apoderarse de mí con una pasión violenta y secreta…

A pesar de que todos los árboles me ofrecían cuanto hubiera deseado para poder estar feliz y cómoda en este mundo, ese fuerte verde, ese marrón oscuro… saturaban mis horizontes y mi alma. En el fondo ansiaba un más allá –y sabía que existía, algo dentro de mí lo sabía… –deseaba ser como una flor. Los árboles eran ángeles robustos, amigos seguros de pies firmes y copas mágicas que se alzaban sobrias en mi defensa comprometida y me alimentaban amedrentando a todos los enemigos del cielo. Pero eran demasiado toscos, vacíos, monótonamente aburridos, y limitaban mi libertad con el final de sus contornos. Ellos eran gigantes previsibles, prepotentes, tozudos y pesados, y sólo el viento conseguía llevarles la contraria y desplazar levemente algunas de sus ramitas más finas, pero nunca lograba desplazar un sólo milímetro de sus gruesos e inabrazables troncos. Unas inmensas raíces se encargaban de atarlos inmóviles a los suelos, privándoles de todo movimiento; y así de atada me encontraba yo. Me sentía como los árboles, pero siendo mucho menos que eso; yo era su insignificante huésped, su impotente producto, su esclava materia, sustancia infinitesimal vacía.

Quise dejar de arrastrarme, alzarme en mi destino, lanzarme al horizonte del mundo, prescindir de protecciones y de raíces y gobernarme a mí misma al son de mis propios deseos y el viento. Pero sin la ayuda de los árboles yo me encontraba sola, yo me notaba insegura, temblaba; ¿pues qué hubiera sido de mí sin su innegable protección? Por eso no terminé de atreverme

¡Yo que sencillamente quise alcanzar la levedad que sólo alcanzan las flores!: ser suave, desprender bellos aromas y esparcirme al viento con ellos, dejar este pesado cuerpo atrás, hecho de hojas caducas heredadas de un pesado y cansado árbol ¡y al fin transformarme en pétalo!

¡Qué atada estaba y qué lenta, pero qué lento me sentía… Era débil. ¿Cómo atraería otros seres bellos en este estado tan triste y deplorable? ¿Cómo huir de los depredadores furtivos más escurridizos e inteligentes que rondan los suelos con finas guadañas entre los dientes? Miedo. Tenía miedo. Y la belleza del mundo se disipaba

Ahora pienso en que ese miedo me dominaba tanto, me obsesionaba tanto, que se volvía destino la inversa de mis deseos. Se me olvidó dormir, andaba cansada siempre. Comencé a comer ansiosa y compulsivamente. Mi cuerpo se hinchó del todo, de todo el alimento que me pedía, y ya no podía avanzar ni aun en sus holgazanas limitaciones de siempre. Mis patitas se volvían más lentas, más pesada y vagamente andaban. Mi espíritu se volvió más árbol, más dependiente aún de sus abrazos y ramajes, y convulsionaba como en medio de dos mundos distintos. De pronto empecé a vomitar un hilo extremadamente áspero que desgarraba infinitamente mi honda garganta irritada, fatigada en su sequedad, quebrada de desesperación, quedando totalmente rodeado y enmarañado mi cuerpo por una gruesa cáscara emanada de mí como en una fuente.

Ya sé que yo vine al mundo en un huevo; pienso en que este debe ser mi otro huevo, mi segundo nacimiento, un paso intermedio en medio de una vida que planea hacerte nacer a otra vida distinta. Sin embargo, el destino parece haberse olvidado de sus propósitos más deseables y bellos conmigo, enredado con el dolor de mi alma que tanto se impacientaba. Creo que el futuro me abandonó a mitad de camino; llevo demasiado tiempo así, aquí, atrapada en mí; siento que se me ha castigado por algo, que estoy condenada al encierro dentro de la prisión de mí misma… ¿Me habré transformado en árbol, en lo que comenzaba a odiar sin remedio? ¡Todo se volvió del revés! Vaya una cruel broma del destino…

Y yo me pregunto ¿realmente merezco esto?

chrysalis-1742202_960_720


Fase 2°: El Kapųllo

Y aún sigo aquí, aquí me halló, esta es mi historia: latiendo como el corazón de una roca que no se despedaza nunca de su cerrada rigidez. Perdí la cuenta de los soles que me he perdido aquí dentro, encerrada en esta prisión que construí a mi triste medida. El fruto de mis anhelos no acaba de brotar de mí, la flor no se descapulla; al contrario: parece querer marchitarse antes de renacer a la vida. ¿Habré hecho algo mal a lo largo de mi camino? ¡Oh, naturaleza madre, el qué! ¡en qué me he equivocado! ¡cuál ha sido mi pecado, DIME! ¿Ya no volveré a ser?

Qué lejos quedaron mis tiempos de oruga obediente, acomodada a la belleza del mundo; qué lejos los atardeceres, el sol cálido y la helada luna. Quizás no fuera tan malo aquello, quizás tuve que haberme acostumbrado y conformado con todo aquello, no era tan desagradable ser lenta y previsible, dócil y dependiente, vivir al amparo de los árboles, el color verde y oscuro, el marrón rugoso y crujiente. La vida era sencilla y cómoda siendo tan solo un gusano… ¡AL FIN Y AL CABO CUALQUIER COSA ES MEJOR QUE SER UN MALDITO CAPULLO! ¿Acaso mis ambiciosos anhelos me condenaron? ¿Acaso mi problema fue mi desesperación? ¿Por qué no supe resignarme a la dictadura de los árboles? ¿Fui una desagradecida?

La oscuridad permanente en que ahora vivo se ha convertido en reflejo de mi propia alma, alma errada y oscura, decadente, amputada en un accidente sufrido consigo misma. Soy la caída infinita al abismo por el tropiezo de un deseo equivocado… y ahora, tengo más miedo que nunca.

Hoy es el mayor de todos los miedos el que me inunda: hoy tengo miedo de no ser más

Quizás ya haya vivido mis mejores días; quizás estoy condenada a morir siendo un mero punto medio y no un fin, atada a la falseada miel de mis recuerdos… quizás también reconstruidos

¿Pero puede que recuerde el pasado con demasiado cariño? Lo recuerdo con sospechosa nitidez, ¿acaso no lo estoy idealizando, distorsionándolo hasta volverlo irreal, inalcanzable, un frustrante anhelo de volver que me impide mirar al futuro, un ayer que bloquea al mañana, una nada que repleta la oscuridad de un absorbente y atosigante vacío? Quizás esté viviendo en un pasado permanente; quizás esté viviendo más que nunca en mi propia mente.

Lo cierto es que el futuro no está escrito en ningún pasado; me perdí en el ayer, se me olvidó el mañana: fui cobarde, fui miedosa. No supe aceptar su azar. Me refugié en la comodidad del recuerdo; así es imposible seguir.

El ayer dejó de ser porque ya no era más mío. Es ya momento de asumir que se me escapó para siempre. Volver no tendría sentido, no. Todo lo que fue… se fue.

Lo que fui no es lo que soy, aunque me duela asumirlo.

Me resigno, aceptaré lo que venga: La Oscuridad Absoluta. La Muerte Prisionera… ¡Lo que sea! ¡Ay! Cuán amargo es… Me rindo ante ti, oh maldito destino, ¡ahora soy toda tuya, soy tu puta!

¿Es esto lo que quieres de mí? ¿Es esto lo que pasa cuando el futuro deja de ser ilusión y comienza a ser amenaza?

Todo el presente se contagia, se atraganta, muere de miedo, sin atreverse a vivir…

Pero aún queda algo de luz en mí; aún recuerdo las flores ¡Ah! ¡Pero qué bellas eran las flores! ¡De cuántos colores presumían! ¡Cuántos aromas desprendían al viento! ¡Qué agradables, qué suaves, qué delicadas y hermosas eran! Ellas deben ocultar el secreto de la vida eterna,

sin duda.

Ellas ahora me acompañarán en todo momento,

sí.

Así duele menos la oscuridad, recordar es sentir su belleza, y eso me reconforta.

Si he de morir, moriré feliz, con ellas en mí, dentro de mí, muy dentro…

 

…pensar,

pensar,

pensar,

no pensar,

no pensar tanto…

.

..

…..

………

…………………

………………….…….……

…………………..………………….………………

-¿Quién eres?

-Soy una rosa

-¡Oh, Bella Rosa! Creí que no volvería a oírte. Sabes, yo siempre quise ser como tú

-Ya sé, y vengo a deshacer este entuerto. Tú crees en mi perfección, pero estás muy equivocada

-¡Imposible! ¿Defectos, tú?

-Calla y escucha: yo sólo fui tu frustración, tu utopía; buscaste una imagen, pero no al mundo real

-¿Y qué es lo que se me escaparía de ti, que siempre te admiré y te miré tantísimo y más?

-Verás: debes saber que en el punto medio entre aceptarse y querer, es donde germinamos las rosas. Nosotras hemos de comprender que compartimos belleza y púas, que desprendemos agradables aromas tanto como hacemos sangre a quien nos toca. Que deleitamos a la vista, pero a la vez estamos indefensas ante las malas tierras. Que nos debemos a una dieta de agua y sol, pero también de mierda. No somos un aspecto sin el otro. No somos bondad ni maldad. No somos potencia o debilidad: SOMOS, sencillamente. Esa es nuestra realidad. Y si despreciásemos una sola parte de nuestro ser, marchitaríamos de frustración y de pena

-¿Marchitaríais?

–Oscureceríamos. De hecho, son muchas las que se pierden por el camino. Para algunas un camino es algo ya bastante duro de seguir

-¡Es cierto! Ahora que lo dices… recuerdo haber visto algunas flores oscurecidas ¡Las había borrado de mi pensamiento hasta el punto de creer que las flores no marchitan nunca!

-No te preocupes, no eres la primera ni serás la última en olvidarte. Ya sabes: a veces, los pensamientos nos engañan

-¡Parece increíble!

-Pero es cierto. Ya ves que incluso nosotras podemos desprender hedores pútridos y vestir de negro, mirar al suelo más que al cielo, perder uno por uno todos nuestros atributos bellos, nuestros pétalos ya decolorados por la dolorosa necrosis de la vida, y quedarnos peladas de toda alegría y delicadeza. Podemos, además, contagiar a nuestras vecinas de nuestro imparable dolor degenerativo, y espantar las miradas de todos los seres que ahora huyen y que nos hacen también crecer y expandirnos cuando nos piensan bonitas; huirán todos, sin excepción, de ese dolor desprendido, de nuestro oscuro veneno suicida. Nuestra sangre es negra, y estamos indefensas si nos extraviamos

-¿Y cómo hacéis para crecer a pesar de todo? ¿cuál es el truco para salvaguardaros de ese peligro?

-Sólo queriéndonos tal cual somos, en lo grande y en lo pequeño, en las virtudes y en los defectos, pueden nuestras raíces asentarse, nuestros tallos estabilizarse, nuestros pétalos florecer, y así destacar en los jardines y bosques, donde todos nos miran y nos envidian sin saber lo difícil que es ser una rosa. Detrás de las apariencias de fragilidad y acalorada belleza se esconde una consciencia clara y una voluntad creadora y firme. Sabemos de nuestros límites, pero también de nuestras posibilidades: lo que podemos llegar a ser es algo que nos pertenece. Por ello es que siempre debemos tratar de ser lo máximo, que es lo que nos completa. Y para serlo, en el fondo, no tenemos que hacer mucho: simplemente debemos encontrar y mantener el natural equilibrio que hay en nosotras. Nada que hacer; nada más allá de ser. Y tú ¿aún quieres ser como nosotras?

-¡Sí, quiero!

-¡No! ¡Continúas equivocada! Tendrás que ser como eres TÚ. Y ahora que ya sabes cómo…

-¡Espera! ¡No te vayas todavía! ¡No me dejes aquí sola!

-Mi trabajo aquí ha terminado: acaba de empezar el tuyo.

 

 

 

Pensar, estar

estar,

estar,

estar.

¡No estar!

no pensar tanto…

Tan sólo ser.

 

…………………..………………….………………

………………….…….……

…………………

………

…..

..

.

 

…Algo me ha hecho volver a mí del letargo…

…El suelo vibra debajo de mí, las raíces comienzan a desatarse, oigo destensarse a mi petrificado cuerpo…

Un momento…

¡Marcho!

¡Creo que ya marcho,

Aleluya!

¡Ya veo la luz, vuelvo a ver la luz! ¡Y vuelo, vuelo, vuelo tan alto!

¡Siento los pétalos vibrar sobre mis espaldas! ¡Siento detrás de mí su agradable revoloteo!

Ahora soy dueña del infinito destino ¡como las flores! ¡Ya se acabó la guerra!:

Puedo saborear la paz.

¡Adiós, cruel sufrimiento! ¡Adiós, oscuro mundo! ¡Alma libre, seguiré al fin tu llamado!…

Me voy contigo hacia el cielo…

fantasy-2899517_960_720


 Fase 3°: La Lıbertá´ ´

Se rompe la jaula

Se abre el gusano

Se escapa el alma:

Sale en busca de la luz,

al alba

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España.

Un comentario en “MƏTHAMÖRPH

Deja un comentario