El acoso del abismo

Las miradas tienen colores, hablan. En unos ojos que miran se puede ver el miedo, la ira, el amor, la compasión, el respeto; pero al héroe lo miraban mil ojos vacíos.

El vacío es algo que no suele estar en la mirada, sino más bien en su ausencia, en tanto que lo que no se ve no existe a efectos prácticos. No obstante, todos los ojos que le rodeaban se posaban sobre sus pupilas como atraídos por un rugido inaudible; pero era una inspección hueca.

Cada persona que encontraba a su paso orientaba su cabeza hacia él, como la aguja de una brújula persigue sin más al norte. La gente se paraba a su espalda, tan solo para contemplarlo. Globos oculares emergían a través de los escaparates, en las puertas de los establecimientos, bares y negocios. Los coches aminoraban su velocidad y frenaban a su encuentro; sus ocupantes los abandonaban para poder seguir mirándolo.

Cuando quiso darse cuenta, el héroe estaba rodeado de ojos ojos ojos ojos ojos: incontables faros inexpresivos lo bañaban con su extraña luz. El panorama era inquietante. La calle se había convertido en un verdadero infierno.

Nuestro protagonista se sentía observado, vigilado sin propósito, escudriñado sin ningún motivo, intimidado, confuso; ahogado dentro de una paradoja, víctima de la Santa Inquisición de la Nada. Todavía le quedaba la voz para preguntarle al mundo la razón de su locura, pero ya era demasiado tarde: el miedo había raptado todas las palabras que aún era capaz de recordar. Incontables ojos desiertos lo tenían atrapado, como un sol que se apaga en torno al que orbitan plantas muertos. En la oquedad del sentido de la vista que tanto le acosaba sin rumbo, tan solo existía el abismo.

Parado en medio de la calle, el héroe pudo ver como dentro de esas mil miradas incoloras, acromáticas, mudas… habitaban espejos. Y en cada uno de esos ojos, casi sin darse cuenta, reconoció su propio reflejo.

Fue así como nuestro héroe

dejó de existir

existiendo.

“Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”

Friedrich Nietzsche

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