Sigo siendo

Soy un extraño de mí mismo, la hierba del rey me lo dijo. Soy de repente quien quiere participar donde no es bienvenido, mientras recibe un besito en la frente con pintalabios de compasión. Soy el que ve la luz, la libertad, donde no tiene sentido: en la oscuridad. Soy el que perdona a los escorpiones, y les doy gracias, solo porque tengo la cura justo al lado del veneno. Soy el leproso que se reconstruye con prótesis de arena, la misma con la que construyo castillos en el pasado con la prepotencia del presente y en el futuro con la ayuda de la valiente ebriedad. Soy el vampiro que perdió su colmillo, que muerto de sed, siente que el diente renace…


Piano

Soy ansiedad. Soy compasión, lástima. Soy una carga. También soy guapo, y un canalla. Soy dos tostadas de sobrasada de la empresa que me pagó un salario hasta que la revolución de las máquinas vomitó sobre mí corrosivo progreso. Soy el paro que cobraré en pocos días. Soy una botellita de agua caliente y un carajo que hierve en un cuerpo cansado. Soy la etílica polla al hombro de Nietzsche. Soy el no novio de la novia de mi mejor amigo. Pero, sobre todo, soy el que ha aprendido que en el alma de todo ser humano suena una melodía de piano. Una bella melodía de piano. De esas que, si la escuchas de veras, se te escapa una lágrima.

Todas las personas son, contienen adentro, una bella canción de piano.


La ley es caos

Pienso en las casualidades. En las casualidades que se han llegado a convertir en castillos en los que viví por un tiempo. Vómitos de azar en los cuáles me limité a ser mitad actor, mitad espectador.

Una decisión, un movimiento, una palabra, un gesto, un instante, solo eso, traza una línea que separa tu presente de su rumbo aparentemente insulso.

Y te ves de repente en un sendero que te la pone dura, bien dura. El corazón late hasta un punto que te hace recordar que estás vivo, que sigues vivo…

Y eres feliz, quizás, si eso existe.

Pero no tienes el control. Ahora que estoy lejos lo sé, lo veo claro, y lo añoro.

No eres tú quién manda. No eres tú quien decide. Tú eres un pelele de trapo con hilos atados a sus muñecas movidas por quién sabe qué.

Un puto títere con la memoria viva y el deseo intacto. Con la suficiente memoria como para pedir, anhelar, exigir todo aquello que tuviste y te fue arrebatado por la misma casualidad que te lo concedió.


Agujero negro

La luz abrazada por tinieblas imaginadas, creadas por su luz. La luz abrasada por su propio calor se cegó, y murió de frío. La luz ocultada, escondida, olvidada, disuelta en el recuerdo de lo que alguna vez iluminó. La luz que brillaba sin que la mire nadie, sin espejos, la luz se apagó. La luz de un sol deprimido mientras los planetas orbitan inconscientes de su desaparición inminente. La luz que se marcha devorada por la oscuridad del agujero que vomitó sin saber cómo ni por qué. La luz que renace en el otro lado, en busca de una segunda oportunidad donde pueda volver a perder.


Ocaso

Campeón
Que perdió
Se olvidó
Sus victorias
Le jubiló
Su absoluta
Falta
De memoria
Difuminado
Pasado
Presente
Desquiciado
Futuro
Oscuro
Septiembre
Su tumba
Tibia
Prematura
La altura
Que sostiene
Un cadáver
De un dios
Tan tuerto
Tan sordo
Tan cerdo
Tan mudo
Tan serio
Tan duro
Tan ciego
De sí.


Cangrejo

Estás en un lugar sin nada, rodeado de cuerpos rendidos al delirio, perdido en el éter, soportando el vendaval. De repente eres vacío, la inexistencia, invisible, o todo lo visible que es una persona que está, pero no se manifiesta, aislada, aparte, en otra parte, alejada de la mano de un dios que no existe. El cubata va bajando poco a poco y el tiempo va cagando sobre tu chepa sin reparo, esperando el momento de una retirada inminente. Expectativas altas, momentos bajos, tristes, sumando dolores en la lista negra. La locura no da más de sí. Culpas al mundo, al sistema, al clima, al ambiente; pero la culpa siempre estuvo en ti. En ti, que participaste. En ti, que esperaste el milagro de una religión que no crees. En ti, que veneras una libertad cargada de indiferencia y gangrena. Las lagrimas que no caen tendrían que convertirse en asfalto. Estar hasta los cojones debe ser necesario, debe normalizarse, debe formar cartílago sobre los huesos y que eso, precisamente, te haga crecer, por más que estés de rodillas. El que no deja de caer no debería olvidar jamás que, tras tocar el fondo, solo le quedará volar.


nàrfeR

Los viejos y diablos saben de experiencias, pero no todos supieron convertirlas en sabiduría.

Un clavo sacó otro clavo y juntos huyeron de la tiranía del martillo (luego, ya lejos del miedo, cuentan los testigos que se enamoraron).

Las moscas ya no entran ni en bocas abiertas, ¿será por la epidemia de halitosis censora?

A buen árbol se arrimó la sombra para cobijarse de los que vinieron, poco después, a talarlo. Según parece, querían hacer leña del árbol caído.

El asno se pregunta qué puto racista fue el que decidió que la miel no debe rozar sus labios; en cualquier caso, comienza a dudar de si el esfuerzo de perseguir la zanahoria que pende sobre sus narices le rendirá recompensa algún día.

La física y la química siguen discrepando sobre si tiran más dos tetas que dos carretas para el viejo verde y para el niño púber.

También las ojeras desmienten la presunta ayuda de Dios para los que tanto madrugan.

«Cría humanos y te serrarán las alas», opinaba el cuervo, cansado de tanta injuria. En ese mismo sentido, se cuestiona por qué un pájaro atrapado en la mano de un hombre vale más que la belleza de contemplar a cientos de ellos volar. Algún necio debió confundir valor con precio

Aterrado, quizás por eso el grajo ya no vuela bajo ni durante las peores olas de frío.

Carajo.


Paz en guerra, guerra en paz

Con tus ojitos de ángel, viniste a traerme la guerra. Y yo, como diablo rebelde de Dios y su Ley, soy pacifista en mi indiferente y solitario mar en calma, muy lejos de los aplausos y de las palmadas en la espalda de otros creyentes.

No libraré la batalla de tus entrañas, porque esa es tuya solamente. Prefiero seguir mi camino, de la mano del horizonte y su repleto vacío color miel;
ese color que me recuerda
tanto
a tus ojos
que vinieron
como ya dije
a traerme
la Guerra
Santa.


Vergüenza

Siento vergüenza. Y me he dado cuenta de lo que eso significa precisamente ahora. Uno no siente vergüenza cuando alguien hace algo vergonzoso; si acaso, siente vergüenza ajena, que no es exactamente lo mismo. Uno siente vergüenza cuando es o se siente parte del hecho, acto, acontecimiento o circunstancia que la genera. Y yo siento vergüenza por el circo que se está montando por la parodia que se ha hecho sobre una «virgen», que me da igual que sea del Rocío, de la semana santa o der coño mirmana.

Antes que nada, he de decir que vi la maldita parodia. Y no me gustó. Pero no porque me sintiera ofendido, sino simplemente porque me pareció una puta mierda. Los estímulos que necesita mi cerebro para reírse no se dieron. Ya está. Me pasa mucho. Es normal. Pero de ahí a que se esté hablando de «andaluzofobia»… Señores, ¿en serio?

Ante todo, me gustaría saber cuántos de los presuntos andaluces presuntamente ofendidos han visto la parodia al completo (como yo sí hice) y cuántos se han ofendido solo por la procedencia de la ofensa y/o por sus sentimientos religiosos. Porque si estamos en este segundo caso, no hay nada más que hablar: eres un/una soplapollas. O, si lo prefieres, un instrumento, una marioneta movida por unos hilos interesados. Porque aquí, tanto los fachas de mierda como la izquierda identitaria han echado lágrimas (¿de cocodrilo? Esa cuestión no me interesa tratarla ahora mismo…).

En Andalucia hemos hecho parodias de todo y de todos. En todas partes. Desde siempre. Sin límite. Como debe ser. Y ahora, siento vergüenza porque esta comunidad, que es la mía, no sea capaz de aceptar bromas que, además, no tienen otro pecado que el de ser tremendamente malas.

Sí que me resulta ofensivo que coloquen al andaluz, y sobre todo a la andaluza, en un papel subalterno (léase como sirvienta en la casa del españolito rico). Pero ¿POR QUÉ COJONES ESTO NO GENERA TANTA INDIGNACIÓN ENTRE MI GENTE? Es algo que ha ocurrido y sigue ocurriendo bajo la mirada pasiva del andaluz, que se asume inferior a aquellos que pronuncian más eses y diferencian las ces de las zetas y las jotas de las haches aspiradas. Sin embargo, parece que no somos capaces de aceptar que alguien desde Cataluña se vista de virgen e imite, muy malamente, nuestro acento y diga dos o tres obscenidades sin ningún tipo de importancia.

Siento vergüenza porque, lo quiera o no, me siento parte de este pueblo que ha puesto el grito en el cielo por no respetar el humor, que es, y debe ser, nuestra seña de identidad. Siento vergüenza porque nos hayamos hundido en esta ciénaga de «ofendiditos» que no nos define en absoluto. Y digo más, siento vergüenza porque estamos, sin darnos cuenta, cercenándonos a nosotros mismos. Porque a ver qué parodia de cosas tan andaluzas como «El pelotazo» o el Carnaval de Cádiz resiste una mirada paralela desde fuera.

Con esta puta mierda, nos estamos disparando en la sien. Estamos cavando nuestra puta tumba y dejando de ser lo que somos sin que nadie se dé cuenta de lo que pasa. Estamos disolviéndonos en medio de un estercolero que no hemos creado, que no es nuestro y que no nos corresponde. Y, como soy andaluz, yo no puedo hacer otra cosa que morirme de la vergüenza.