Por lo general, la gente daría la vida por cosas que son completamente circunstanciales.
El que hoy muere y mata por un escudo en el pecho de once multimillonarios en calzonas, o por una estatua subida en una carroza cruzando una calle que huele a incienso, bien pudo haber votado a Hitler o participado activamente en la revolución de octubre
de haber nacido en la época incorrecta.
De hecho esa misma persona, de haber vivido su infancia, su adolescencia y su juventud a tan solo cien kilómetros a la redonda de donde nació, hoy mismo bien podría estar defendiendo los colores de su eterno rival y repudiando a los beatos que lloran enmorecidos porque la estatua, que en su otra realidad tanto adora, se esté mojando un poquito.
Y todo ello dando su vida igualmente, por supuesto sin darse ni puta cuenta de que su verdad absoluta
ha muerto.
Y si es que alguna vez estuvo realmente viva.
Seamos claros: quien no acepte que es fruto del azar, nunca aprenderá a ser verdaderamente tolerante, y nunca entenderá las cosas importantes por las que SÍ merece la pena morir.
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3 comentarios en “Matar o morir por las circunstancias incorrectas”