Según las teorías que nos contaron y nos contamos, el origen del doméstico perro (mejor-amigo-del-hombre) se encuentra en la propia mano del hombre. Se dice que hemos practicado una “selección natural” (¡artificial en realidad!) con los lobos (animales salvajes, fieros, peligrosos… y LIBRES) hasta transformarlos en dóciles perros obedientes, consiguiendo además la creación de diversas razas: algunos son diminutos, y perderían la batalla contra una rata; otros se asfixian por el propio peso de su rechoncho cuerpo; los hay tan grandes como caballos, pero son más bonachones que los osos de peluche. Pero lo cierto es que todos comparten un denominador común: nos han resultado muy útiles a lo largo de nuestra historia, ya sea para proteger nuestras propiedades, para cazar por nosotros nuestros alimentos más escurridizos, para fomentar nuestras ludopatías, e incluso para disimularnos nuestros vacíos internos y soledades insondables. Sin embargo, puede que nos hayamos dejado por el camino algún pensamiento que resulta clave: ¿qué nos hace pensar que dicha selección «natural» no pueda estar siendo llevada a cabo actualmente para con los propios humanos? o peor aún: ¿y si ésta ha sido afrontada hace mucho tiempo ya?
Piensa que a los perros rebeldes se los sacrifica, ¿y dónde están los seres humanos rebeldes? ¿encarcelados, mutilados, atrapados bajo la tierra? ¿existen, aún existen? ¿quién está dispuesto a morder de la mano del poder? (“no muerdas de la mano que te da de comer…” , seguro que te suena esa frase tan nuestra).
Nuestra época se caracteriza porque todos saben lamer espléndidamente para conseguir su migaja del gran pastel que acaparan otros. Hoy en día, te puedes topar con relativa facilidad con alguien que incluso se enorgullece de las piruetas que les mandan hacer sus dueños: de lo extraordinariamente bien que recogen el palo, que dan la patita, que se hacen el muerto cuando les toca.
Tienen el estömago lleno de piquitos, y el cerebro atrofiado de la poca sangre que lo riega: y es que los jalones cortan la circulación. Tantos fueron los jalones de la correa…
La correa que corrige, la que marca lo posible y lo imposible, con la que llevamos a nuestros perros… y con la que también nos llevan.
La correa que mata al lobo es la misma que mata al humano. Nosotros la llevamos puesta en la muñeca. Y por más que algunas brillen como el oro, sus manijas sólo obedecen órdenes, ¿no lo ves?
Seres humanos domesticados ¡putos SIERVOS! ¿Dónde se sienta el cabrón que realmente gobierna? ¿o acaso se sienta dentro de nosotros mismos?
Todo un sicópata, un grandísimo hijo de puta (hijo de perra no; esos lo somos nosotros)
Lobos y perros, humanos y siervos. Curioso, cuando los únicos ciervos son ellos (pido perdón por este infame juego de palabras…).
Te aconsejo dedicar seis escasos minutos de tu tiempo para ver el siguiente video, ya que deja bastante claro cuál es el origen de nuestra cobardía:
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